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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Análisis

Francis Segura

La Pantalla

Nos falta esperar mucho. No nos dejemos tentar por la impaciencia

Era Domingo de Carnaval. Se anunciaba en el ambiente de varones enchaquetados y señoras de gala la función principal de instituto de la Amargura, como lo hacían, al oeste de la ciudad antigua, los hermanos de Montserrat o las Siete Palabras, románticas arquivoltas de una Semana Santa vivida que se nos antoja brillar pálidamente al fondo de los recuerdos. Fue hace sólo tres días ese domingo, y los hermanos de San Juan de la Palma compartimos la dicha de celebrar, juntos como el año pasado, antes de la pandemia, la eucaristía, la protestación de fe, la estampa en la sacristía y un 325 aniversario fundacional.

El acceso fue complejo, a causa de las limitaciones de aforo. Uno dejó pasar a los hermanos, venidos de lejos y de cerca, por vivir una experiencia distinta. "Hemos preparado el salón de actos y allí podrán sentarse hasta 15 personas". Y en mis labios, el "usted primero", me hizo entrar el último. Allí abajo, en el salón, el camarero del Señor del Silencio, allí hermanos muy jóvenes y muy mayores, unidos como para aquella cena navideña neoyorquina que cantaba doña Concha Piquer en Suspiros de España. Una pantalla de televisión, las medallas al cuello, la emoción en los rostros... todo seguía siendo irreal. Tan cerca, y a la vez tan lejos. La junta de gobierno se encargó de respetar nuestro derecho de subir al templo a comulgar y a profesar nuestra fe, sin besar el libro de reglas que tantas veces besamos... verdaderamente difícil.

Nos quedan todavía sensaciones complejas. Habremos de recibir mucha información, nos falta esperar mucho. No nos dejemos tentar por la impaciencia, no sembremos la discordia por un asiento en el banquete. Asistir a la función a través de una pantalla, no en nuestro hogar, sino en la propia casa hermandad, pared con pared al templo, aquilatará nuestra fe: también así, como el apóstol Tomás, creeremos "sin haber visto".

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