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Análisis

Joaquín Aurioles

Parásitos y puertas giratorias

Las puertas giratorias se cerrarán con los socialistas en el poder, sostenía Sánchez desde una oposición cuyas escasas oportunidades de gobernar pasaban por una cruzada contra la corrupción en el Partido Popular. Pueden ser legales, venía a decir, pero el enchufe es una perversión de la democracia y los políticos tenemos que dar ejemplo. Frases enormes que hace unos días se fueron por el sumidero de las vilezas, cuando en rueda de prensa liquidó una de las preguntas con un "es cosa de los respectivos consejos de administración". Se refería a las puertas que han vuelto a girar en Enagás para dar paso a Blanco y Montilla, ministros socialistas de los gobiernos de Zapatero, y también a Cristóbal Gallego, propuesto por Podemos y que coloca al vicepresidente Iglesias en una situación parecida a la de Sánchez, tras sus encendidas proclamas contra este tipo de prácticas por parte de los populares.

No se puede, en el caso de Gallego, hablar de puertas giratorias, sostienen desde Podemos, porque no se trata de un ex alto cargo. Quizá mejor llamarlo simplemente enchufismo político o partitocracia. En todo caso una especie de pandemia que se origina en los partidos políticos, que se introduce en el organigrama de instituciones públicas y privadas, en las grandes empresas, sobre todo en las participadas por el sector público, como Enagás, y que impide el desarrollo de una sociedad civil crítica e independiente. Busquemos la denominación que más nos guste, pero el efecto de la partitocracia es muy parecido al de las puertas giratorias.

No es un problema de este gobierno, sino de nuestra democracia. Ni en este ni en los anteriores existió interés alguno por encontrar remedio o vacuna contra este virus que termina instalándose como parásito generador de incentivos perversos para la economía. Recordemos que la principal función de las instituciones, al menos desde una perspectiva económica, es la de proporcionar a la sociedad el cuadro de incentivos que permita una asignación eficiente de los recursos. Normalmente se alcanza por el camino del reconocimiento del esfuerzo y la capacidad, que es justo el opuesto al del enchufismo y las puertas giratorias.

La polémica en torno al ministro Marlaska permite apreciar la virulencia de la partitocracia sobre las instituciones públicas. En este caso, por su insistencia en derribar la resistencia al contagio en el mundo de la justicia (Constitucional, Poder Judicial, Abogacía del Estado, Fiscalía General, …), aunque quizá los golpes más demoledores se estén recibiendo en instituciones civiles y económicas. Los propios medios de comunicación pueden ser un buen ejemplo de las primeras y la ruinosa experiencia de las cajas de ahorro, tarjetas black incluidas, de las segundas.

La partitocracia descansa sobre el paradigma de que todo lo que pasa por los partidos políticos es democrático y, por lo tanto, incuestionablemente legítimo. Pero si hace que se cimbreen estructuras como la independencia de los jueces o sostienen anacronismos como el aforamiento de diputados y ministros frente a casos de corrupción, entonces puede que resulte aconsejable conservar la mascarilla durante algún tiempo.

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