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Alberto Grimaldi

agrimaldi@grupojoly.com

Andalucía: realidad y consecuencias

Adelante Andalucía, al seguir al PSOE en su negación del resultado electoral, no sólo no aísla a Vox al rechazar el acuerdo, sino que permite a la mayoría de Gobierno de PP-Cs no depender del partido de extrema derecha en la Mesa del Parlamento

Desde la misma noche electoral del 2-D, el partido que siempre ha gobernado Andalucía, el PSOE, por decisión de su líder, Susana Díaz, optó por sustituir el análisis autocrítico de los resultados, que provocaban el mayor cambio sociopolítico desde la instauración de la autonomía, por la negación de la realidad. En términos humanos es comprensible, porque no es más que un mecanismo de defensa para no afrontar las consecuencias de esa nueva realidad. En términos políticos supone un comportamiento poco aconsejable que ahonda en el error que llevó al peor resultado de la historia.

En la primera intervención pública tras conocerse un resultado electoral que ya sería definitivo (PSOE 33, PP 26, Cs 21, AA 17 y Vox 12), la presidenta de la Junta de Andalucía, desde ese mismo instante ya en funciones, se empecinó en negar la realidad. El Parlamento ya no tenia 109 escaños, sino 97, en los que la izquierda tenía mayoría de 50 a 47 sobre el centro-derecha. Deslegitimó los 12 diputados de Vox, en base a que rechaza sus ideas (quien suscribe también y millones de andaluces, pero no negamos la realidad de que una media del 10% del censo de todas y cada una de las provincias andaluzas le han otorgado representación, y en la mitad con dos escaños). Y reclamó un “cordón sanitario”. Ella dijo que era a Vox, aunque en realidad sólo perseguía rodear con él el Palacio de San Telmo para tratar vanamente no ser desalojada del mismo.

En los 25 días transcurridos desde las votaciones hasta la constitución hoy del Parlamento de Andalucía su discurso público —incluso el privado, aunque en ese ámbito no le siguen ni sus consejeros— continúa negando la realidad. Esto es, evitando afrontar las consecuencias.

El otro actor político del arco izquierdo parlamentario, Adelante Andalucía, no negó la realidad y abrió un proceso de reflexión interna para analizar por qué su confluencia no ha funcionado, por qué sumar siglas no ha adicionado votantes, sino menguado; por qué concurrir juntos no incrementaba escaños, ni siquiera los mantenía, sino que los restaba. Y por qué el cambio, que también defendía, no pasaba para los andaluces por políticas más a la izquierda del PSOE.

Sin embargo, en la constitución del Parlamento de Andalucía de esta XI Legislatura que hoy comenzó su andadura, los líderes de esta confluencia, Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, se han dejado intoxicar del discurso repetitivo del PSOE y su líder. El martilleo, como el compás de un martinete sobre un yunque, les ha cambiado el paso hasta hacerles perder su representatividad en la Mesa de la Cámara. Han asumido el discurso del cordón sanitario, tan antidemocrático como no respetar las ideas de otro. Porque en democracia las ideas que tienes que hacer respetar son las del diferente, para garantizar la pluralidad. Y con ello, las propias.

La mayoría del Parlamento, que la realidad de las urnas quiso que fuese del centro a la derecha extrema, ofreció a Adelante Andalucía garantizar la pluralidad de la Mesa. Y cumplir el artículo 36 del Reglamento de la Cámara que ayer defendió Maíllo con gestos más cercanos al pataleo que a la dignidad.

El acuerdo era sencillo: todos los grupos, los cinco elegidos, tendrían representación. Y Cs, a cambio de encarnar la presidencia, cedía en tener sólo un representante. Así PSOE y PP, tendrían dos, mientras Cs, AA y Vox tendrían uno por coleta.

La confluencia de Podemos e IU decidió rechazarlo y asumir la negación de la realidad de Díaz y considerar que sus 584.040 votos son más dignos que cualquiera de los otros 2.969.770 emitidos a candidaturas válidas. Y, sin negar la realidad, eso incluye a los 395.978 votantes de Vox, por más en contra que se esté de su ideario.

Entrar en el fondo del argumentario del rechazo daría para otro análisis completo, pero éste quedaría cojo sin citar alguno. ¿Qué está más contra la Constitución defender un estado centralista sin autonomías o cambiar la forma del Estado para instaurar una república en vez de una monarquía parlamentaria? ¿Lo es más que querer independizar una parte de la soberanía nacional? La realidad es que todas esas ideas no están prohibidas y tienen el común denominador de que necesitan, todas, reformar la Constitución para poder aplicarlas.

Al unirse al rechazo de la realidad, AA sólo ha conseguido una cosa, que es justo la contraria que defendía: que la Mesa del Parlamento cuente con mayoría absoluta de los dos partidos que van a formar Gobierno, PP y Cs, que ya no dependen de Vox en ese órgano. Con su postura ha librado a la mayoría de Gobierno del yugo de Vox en la Mesa. Porque el artículo 36 es válido para cinco grupos, luego Vox tiene también derecho a estar.

El acuerdo ofrecido mantenía una mayoría de cuatro a tres en el eje derecha-izquierda. La consecuencia de negar la realidad, de seguir el discurso tramposo del PSOE, es que ahora la mayoría es de cinco a dos. Pero la más dura y más clara consecuencia es que ese seguidismo no tiene ningún coste para el PSOE de Susana Díaz, porque quien lo asume son las filas que lideran Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo.

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