Crónica Personal

Un calendario endiablado

Agenda. El Rey inicia el martes la ronda de consultas y previsiblemente el miércoles designará candidato para la investidura a Sánchez, quien sigue en sus trece de persuadir a Esquerra

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez

El martes inicia el Rey su ronda con los dirigentes de los partidos con representación parlamentaria, el miércoles por la tarde recibirá a Pedro Sánchez como último compareciente y, previsiblemente, esa misma noche Felipe VI lo propondrá como candidato a la Presidencia del Gobierno.

Desde ese momento Sánchez pondrá todo su empeño en lograr los apoyos para ser investido, sin una fecha límite para que solicite a la presidenta del Congreso que convoque la investidura. Sí hay fechas marcadas tras esa sesión: si no es investido en la primera votación por mayoría absoluta, se debe proceder a una segunda 48 horas más tarde, y ya sólo se necesita mayoría simple. Si tampoco supera esa segunda oportunidad, dispondrá de 60 días para intentar los apoyos que le permitan ser elegido en una nueva investidura. Si no lo consigue, al cumplirse los 60 días automáticamente se convocarán nuevas elecciones que deben celebrarse 47 días más tarde.

Ese calendario, reglamentado y por tanto inamovible, impide hacer un pronóstico sobre cuándo va a haber Gobierno, porque todo depende del resultado de las negociaciones de La Moncloa y el PSOE con ERC. Pero sí hay un hecho evidente: el calendario se presenta endemoniado, por los acontecimientos que ya están en la agenda de los independentistas y que afectarán a las negociaciones, de las que debe salir un voto afirmativo en la investidura –difícil–, permitir que Sánchez sea elegido al abstenerse en la segunda vuelta –probable–, o se empecinan en la negativa a apoyar al candidato, que es lo que más temen los socialistas.

Ese complicado calendario viene condicionado por cuatro fechas en este mes. La primera, la junta de tratamiento de la prisión de Lledoners debe pronunciarse sobre los permisos penitenciarios a los independentistas que cumplen condena, para autorizarlos, o no, a asistir a la investidura; la segunda, el 19 de diciembre es probable que se pronuncie el Tribunal de Justicia de la UE sobre el derecho de Junqueras y Puigdemont a acceder a su escaño de eurodiputados y, de ser así, habrá que estar atento a la decisión de Bruselas respecto a su inmunidad, si prima o no la ley española.

La tercera fecha de la que están pendientes los independentistas es la del partido Barça-Real Madrid, el 18 de diciembre en el Camp Nou, duelo aplazado porque coincidió con los actos de violencia en Cataluña. Los independentistas han hecho un llamamiento a sus seguidores para que aprovechen ese día para retomar las manifestaciones antiespañolas, y no parece oportuno cerrar acuerdos entre ERC y los socialistas en medio de disturbios callejeros; cuarta fecha de diciembre, el congreso de ERC, que será al día siguiente del partido.

Es impensable que antes de ese congreso tomen una decisión respecto a la investidura de Sánchez, porque en ERC no hay un criterio definido. Sólo los que mantienen buena relación con Iceta están por la labor de una abstención en la segunda vuelta –el líder del PSC tiene una gran capacidad de convicción, aparte de amistad estrecha con dirigentes republicanos– y además tanto Puigdemont como la CUP han hecho lobby ante dirigentes de ERC para tratar de convencerlos de la inconveniencia de votar al presidente del Gobierno español. Por tanto, los interlocutores de ERC con el PSOE, creen en La Moncloa, se guardarán de tomar decisiones antes de la celebración de ese congreso.

El lenguaje importa

La Moncloa, sotto voce, da por hecho que pasarán semanas antes de que se aclare la situación respecto a la investidura, y cuentan que Sánchez está tranquilo. A las críticas generalizadas –incluso dentro de su partido– de que es inaceptable un acuerdo con un partido independentista y anticonstitucional, con sus máximos dirigentes condenados por el Supremo, responde que sabe lo que tiene entre manos.

En Londres, en la cumbre de la OTAN, dijo que no aceptaría nada inconstitucional, pero sería impensable decir lo contrario. De todas maneras, según fuentes socialistas, en la reunión del martes entre PSOE y ERC no se debatió nada relacionado con las condiciones de los republicanos para permitir la investidura, sino de calendarios, de agenda de reuniones y del comunicado que redactaron conjuntamente. Un texto mal recibido por quienes recelan de que Sánchez defienda a machamartillo todos los principios recogidos en la Constitución, con un dato que no ha pasado inadvertido: calificar el problema del independentismo de “conflicto político”, precisamente como han calificado siempre los independentistas la situación. Hasta ahora, Sánchez negaba taxativamente que existiera ese conflicto político en Cataluña, para él se trataba de un “problema de convivencia”. ¿Estamos ante la primera batalla ganada por los independentistas, la del lenguaje?

Las predicciones son cambiantes, incluso socialistas que están al tanto de lo que sucede en La Moncloa confiesan que hay días en los que piensan que tocan con los dedos la aprobación de la investidura y otros que ven todo negro. El pesimismo, o el escepticismo, no es porque contemplen la posibilidad de que se rompa el pacto con Podemos, que consideran atado aunque hoy la imagen del partido está dañada por presuntas irregularidades en sus cuentas y su financiación; lo que inquieta a los socialistas es que los independentistas se echen atrás y que, de rebote, algunos de los partidos territoriales que habían confirmado que votarían a Sánchez cambien de criterio si, en las negociaciones con ERC, Sánchez acepta algunas condiciones que esos partidos consideren inaceptables, incluso aunque se rompan las negociaciones entre PSOE y ERC. No querrían situarse al lado de un presidente que con tal de mantenerse hace concesiones que les producen un rechazo total.

Militantes 'podemitas'

Sánchez, hasta hace pocos días, barajó la posibilidad de pactar con Cs, y la carta que le envió Arrimadas le hizo reflexionar sobre la posibilidad de negociar con quien se da por hecho que se convertirá en la líder del partido. Arrimadas y Carmen Calvo tienen una conversación pendiente, pero la primera ya ha advertido que su oferta de apoyar la investidura con importantes condicionamientos previos sólo se mantiene si se suma el PP. Van de la mano.

En el PSOE no se ve la euforia que aparentemente siente Sánchez. Ya se sabe que importantes dirigentes están tan preocupados por el pacto con Podemos como los votantes del centroderecha. Y no se trata sólo de políticos históricos, también los hay con responsabilidades actuales. Cuando se les recuerda que la misma noche electoral se escuchaban en Ferraz los gritos contrarios a un pacto con Cs, y de entusiasmo por uno con Podemos, responden abiertamente que en el PSOE actual hay un número considerable de simpatizantes de Podemos, lo que refuerza a un Sánchez que vive al margen del Comité Federal, hasta ahora máximo órgano entre congresos, y se apoya en las consultas a las bases. Militantes sobre los que al menos una persona que conoce muy bien la trastienda del PSOE traslada su preocupación, porque ha detectado la mencionada presencia de podemitas en las filas socialistas. Podemitas preparados para decir sí a todo lo que les diga Sánchez.

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