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Análisis

José Ignacio Rufino

Ponga a un buitre en su bloque

Los fondos buitre se posicionan en los apartamentos turísticos, amenazando la convivencia en las ciudadesEl alojamiento de turistas deprecia el valor de los pisos de una casa de vecinos

Hace unos quince años, cuando aquí los apartamentos turísticos tenían en la entrada un cartel azul con llaves amarillas y un recepcionista, nunca dentro de comunidades habitadas por familias y personas residentes, durante la fiesta del Fringe alquilamos un par de semanas un apartamento espacioso, muy acogedor, con preciosas vistas del Castillo de Edimburgo: era un apartamento turístico, pero yo no lo hubiera denominado así entonces. Éramos dos familias con niños, nueve personas en total. Recuerdo que me extrañaba mucho que los vecinos de la finca no devolvían el saludo, o todo lo más lo gruñían. Lo atribuí al carácter todo menos versallesco de los escoceses. Luego caí en la cuenta: nueve personas, de ellas 5 niños de entre 6 y 14 años, con su continuo entrar y salir, su despiste sobre las normas tácitas y expresas de la comunidad, con sus juegos y con los trasnoches que permite la holganza no son un grupo con el que uno precisamente desearía convivir. Mucho menos si estos grupos van trayéndote al otro lado del tabique a gente siempre distinta, completos desconocidos, melones por calar, que se irán: una casa kleenex. Esto no es plato de gusto, sobre todo si cuando se adquirió la propiedad el edificio éste estaba habitado por personas y familias estables o al menos responsables de su propiedad, y no se preveía el trajín continuo de extranjeros y turistas en general. Cada uno de su padre y de su madre: parejas de maduros o jóvenes educados, pandillas de chavales que van a muerte con el viaje y su frenesí y su ruido, grupos que engañan al emprendedor turístico (más o menos dado de alta) y se meten con el doble de personas que plazas; familias con niños, como las nuestras. Apuesto a que a usted ese plan le repele por completo. Y a que no compraría un apartamento puerta con puerta de uno turístico, salvo que fuera un chollo. O sea: que estuviera muy depreciado… precisamente por el ir y venir de desconocidos con prácticas propias de turista, que nada tienen que ver con la de los empadronados y residentes en la ciudad que sea. Un apartamento turístico en tu bloque es un hándicap para la vida diaria y para el valor de tu patrimonio.

Sin entrar aquí a comentar el fenómeno de la despoblación del autóctono en las zonas céntricas y menos céntricas llamado gentrificación, debemos diferenciar a quienes acometen un proyecto de empresa en una casa independiente o un edificio por completo turístico de los apartamentos intrusos en casa de vecindad mencionados arriba. No hablamos de personas que se ganan la vida y regentan -cito a la periodista Charo Fernández-Cotta- "(…) pisos privados aquí y allá, gestionados con mimo y cercanía por gente de a pie". Muy cierto: es economía. El problema macro del turismo global de más alto o más bajo coste es otro, como señalaba Charo en una red social esta semana: "Los fondos buitre que están adueñándose del casco histórico con la anuencia del Ayuntamiento [Sevilla]. Ese es el verdadero peligro para la despersonalización de la ciudad (…) edificios que reconvierten de forma encubierta zonas residenciales en bloques de apartamentos, sin apenas crear empleo ni dejar valor añadido alguno en la ciudad". Todo activo lleva su pasivo: ése es el caso del turismo, ancla salvadora y generadora de empleo en zonas desindustrializadas y de poca calidad empresarial. Y también fuente de ciudades de pega, que sólo por sus monumentos tienen algo que ver con lo que fueron. Incluso en ciudades cuyos indígenas son figurantes gozosos y gratuitos de la tematización urbana. A los fondos de inversión les importamos usted y yo un rábano radical. Ayuntamientos: metan este asunto en sus prioridades. No reinventen la rueda ni den ojana con medidas cosméticas. Copien de otros sitios. Y actúen. Pero a la voz de ya. Por favor.

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