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Prestigiar la sanidad

Si no se ofrece una alternativa, asistimos a un deterioro de enorme trascendencia

Poco a poco va calando como lluvia fina que la sanidad pública tiene serias insuficiencias que condicionan la aparición generalizada de barreras para el acceso; ello se traduce en importantes retrasos para la asistencia, dificultades para el diagnóstico y seguimiento de numerosas patologías crónicas o listas de espera quirúrgicas con número de pacientes y tiempos de espera excesivos. En los diferentes estudios de opinión aparece la preocupación creciente de la sociedad al respecto de la situación de la sanidad pública, hasta el punto de que el barómetro de mayor consolidación respecto al análisis de los problemas que más preocupan a la sociedad (el barómetro del CIS), muestra de nuevo en la entrega de diciembre de 2022 que la sanidad es el segundo problema que más afecta a la ciudadanía española.

Consolida así un cambio de percepción iniciado a partir de 2012 cuando lo tradicional era comprobar que la sanidad pública estuviera en los últimos lugares de preocupación social.

Por otra parte, es muy generalizada la percepción de escepticismo, desmotivación y malestar en los ámbitos profesionales, que se manifiesta de muchas y diversas formas. En la actualidad, con protestas, huelgas y manifestaciones desde la iniciativa de sindicatos y profesionales, con el acompañamiento de buena parte de la ciudadanía.

A todo esto se une la necesidad de resolver importantes desafíos propios de la sociedad en la que nos ha tocado vivir, entre los que podemos señalar el envejecimiento poblacional, la cronicidad o la digitalización, por señalar sólo algunos. Este panorama convive con un día a día en el que también es habitual una prestación de servicios con alto nivel de calidad y dedicación por parte de los profesionales y un esfuerzo constante por parte del sistema sanitario y sus gestores para incorporar innovaciones organizativas, asistenciales, diagnósticas y terapéuticas, que ayudan a avanzar en clave de excelencia y calidad. Como suele pasar en cualquier ámbito de la vida, la realidad es poliédrica.

En este contexto y ante la escasez (o ausencia) de alternativas factibles para fortalecer e incluso reformar elementos clave de la organización del sistema sanitario público, la catarata de situaciones críticas que cristaliza en un panorama pesimista de manera continua e imparable, contribuye a generar un enorme descrédito de la sanidad pública. Si en esta situación sólo hay críticas y no se ofrece una alternativa real, concreta y factible, me temo que estaremos asistiendo a un deterioro de enorme trascendencia que culminará en un sistema dual, que es el paradigma de un sistema sin equidad. Habremos perdido así una batalla de consecuencias incalculables.

Es por eso que, aún siendo una tarea titánica, no hay que resignarse a aceptar este rumbo suicida. Por el contrario, conviene remangarse y conviene hacerlo desde las posiciones que creen y defienden la equidad y la calidad como valores de progreso. Y creo que hay que tender la mano para generar una propuesta que concite el mayor acuerdo posible. Aún no es tarde para ello. Al menos, eso espero.

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