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Análisis

Pepe Monforte

Puntillitas fritas de Salvador Sobral

SI me dijeran que nació en la calle Lubet, en pleno barrio de La Viña, el barrio del Carnaval de Cádiz, no me hubiera extrañado nada. El cantautor portugués salió al escenario del hotel Royal Hideaway Sancti Petri de Chiclana con una camisa de colores, como si fuera una reencarnación de los Cruzados Mágicos, la mítica chirigota que salió hace ya un porrón de años contando las vicisitudes de un día de playa. Sobral, rebosante de vida... no es pá menos, se quitó las chanclas a mitad de actuación para seguir mejor el ritmo de su banda de boleros: un piano de cola, un contrabajo y una batería...un cuarteto de Cádiz pero en versión sublime.

El anfiteatro veraniego del Royal Hideaway, que es como una especie de trozo de trópico junto a la playa de Chiclana, estaba lleno a rebosar, como las ollas de puchero de las abuelas. Siempre me han emocionado las personas que saben combinar el humor con la poesía. Por eso creo que me gusta tanto el secreto ibérico, porque hay poesía en esa ternura de la carne entreverá y hay humor en el crujientito que le deja la plancha a las vetas de tocino. Sobral era capaz de cantar un bolero de letra desgarrada metiendole toques de cachondeo por medio a base de juegos con su prodigiosa voz. Yo no entiendo de música...la única que identifico facilmente es la que hacen las puntillitas cuando se frien o el crujio del pan de viena cuando se abre por la mitad para rellenarlo de jamón del bueno...del de sabor ¡Oh Mami! y que se vayan los japoneses al mismo nipón con el umami ese.

Pero Sobral me emocionó con su repertorio de boleros cantados con una gran voz, con la que juega con mucha vida. No es raro que una persona que ha estado tan cerca de la muerte, demuestre su pasión por la vida. Sobral es un éxito del mundo, de muchos valores del mundo que están en plena decadencia. Es una demostración de amor por lo que hace, de creencia en sus ideas, es un triunfo de lo puro, de lo auténtico, de la personalidad y también un éxito de la investigación médica, un valor, el de la investigación científica, que ha perdido mucho peso en los últimos años, en los que ha imperado más el valor de la cartera. Sobral tiene tanta vida entre otras cosas porque pudo "ganarla" gracias a un trasplante de corazón, un corazón que ahora reparte con todos nosotros, haciéndonos reir y casi llorar con unos segundos de distancia.

Salvador Sobral me sabe a fuente de puntillitas fritas en Sanlúcar, a calamares desmelenados que bailan acompañados de un coro de papas aliñás que le tocan las maracas. La receta es complicada y la clave está en ponerle el punto justo de sal.

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