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Y en un principio Dios creó al Barça. La peña limítrofe con Hospitalet, cuya raíces ponzoñosas impiden que crezcan clubes de fútbol en leguas a la redonda (eso no sucede en Madrid o Sevilla, por ejemplo), fue la válvula para calentar la marmita del independentismo (por cierto, el escudo del Barcelona es una olla). Ahí, entre sus fervores pujolistas llevados al extremo, estaban dos chicos listos de TV3, Tatxo Benet y Jaume Roures. Desde un balón con forma de sentimiento nacional comenzaron a negociar los derechos de imagen de un deporte global. A los chinos les gusta ver a Messi aunque no tengan ni idea de quién fue Companys. Roures se hizo dueño del fútbol español pasando sobre las costillas de Prisa, porque para eso puso en primera fila como mejor pagado al Real Madrid. Los dólares no entienden de esteladas. La deslealtad del pujolismo no está reñida con los negocios, por eso le ha ido tan bien a tantas empresas. Por un lado rezan novenas a la Santa Secesión y por el otro le sacan el dinero a los consumidores españoles. Mediapro es el pináculo.

Si es por facturar, Mediapro no siente escrúpulos en servir la señal institucional del Congreso y del Senado y de montar de forma paralela el servicio de comunicación del Procés. Roures nunca ha ocultado que está al servicio de la ruptura. De ese golpismo que si se tercia, tuerce al Estado. Lo que arroja el informe de la Guardia Civil confirma un secreto a voces. Mediapro igual produce para Canal Sur Andalucía es su nombre como para TV3 Las cloacas de Interior, para ir minando la opinión pública catalana. Ras, ras. Roures nunca duerme, como el dinero del fútbol. Ya sea en el césped español como en el italiano. Siempre va por delante. No es casualidad que más de la mitad de su grupo lo acaban de adquirir unos inversores chinos. Messi y CR7 son una fortuna con patas, negocio que da candela en forma de fajos a un independentismo que ya templa el momento y la demografía para salirse con la suya. Por entonces Puigdemont, Oriol y Roures serán héroes y mártires.

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