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El Sahara y la huelga: marzo, el mes 'horribilis' del Gobierno

EEUU, Francia y EEUU ya le habían achicado el espacio a España en el Sahara. El Gobierno falla en la explicación del giro histórico La huelga de camioneros deja al Ejecutivo bajo mínimos. Pedro Sánchez salva la semana en Bruselas consiguiendo la "excepción ibérica" energética

Camioneros de la plataforma en defensa del sector del transporte en Zaragoza circulan con sus camiones por las carreteras de la provincia.

Camioneros de la plataforma en defensa del sector del transporte en Zaragoza circulan con sus camiones por las carreteras de la provincia. / Javier Cebollada / EFE

La política exterior de un país es en realidad política interior. La acción exterior de los gobiernos se basa en la defensa de sus intereses. Grandes potencias como EEUU o Francia nos han enseñado que no son hermanitas de la caridad, sino máquinas bien engrasadas para obtener beneficios, proteger sus intereses y ganar influencia en el mundo. Sin cinismo, sencillamente, no existe la diplomacia. ¿Quieren ejemplos? ¿Sirve lo de EEUU negociando petróleo con Venezuela, su anatema? ¿O el comportamiento de la India respecto a la invasión de Ucrania, quienes preguntados por su posición dicen que están "en la suya"? ¿O la relación de prácticamente todas las naciones con China? ¿O la decisión de muchos países de romper relaciones con Taiwan para preservar sus intercambios comerciales con China?En el caso de España, llamémosle Marruecos.

Los países no son ONG, aunque con buen criterio los ciudadanos debemos exigirles a quienes nos gobiernan coherencia y valores. El otro elemento que influye decididamente es el contexto internacional. Acaba de ocurrir: a España le han hecho un achique de espacios en el conflicto sobre el referéndum del Sahara. Era el último país en defender la solución de la ONU, que revisó su resolución de 1991 reconociendo el derecho del pueblo saharaui a la libre determinación, por otra firmada en 2020 que reclamaba "una solución política, realista, viable y duradera (..) basada en la aveniencia". Esa frase, que fue un jarro de agua fría para los saharauis, fue el principio del fin del sueño saharaui. Una palabra. Realista: el referéndum lleva colisionando años con problemas "técnicos" como el censo imposible; políticamente ha disfrutado del desinterés y/o el cinismo de muchos países; y el problema real: la decisiva voluntad de Marruecos de no aceptar jamás ese referéndum. 

Alemania, Francia, EEUU

Realmente España se había quedado sola. El conflicto, enquistado desde hace más de 46 años, había sido ventilado por los cambios de posición de Francia, Alemania o EEUU. Aunque España ha sido más contundente por ejemplo que Alemania, cuyo presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, escribió al rey Mohamed VI que la propuesta marroquí de convertir el Sahara Occidental en una autonomía de Marruecos es "una buena base" para la resolución del conflicto. El presidente Pedro Sánchez, en una misiva, similar fue más allá calificándolo como "el más serio, realista y creíble".

Este baño de realidad cancela una posición histórica que gozaba de mucho apoyo social y de una solidaridad empática con el pueblo saharaui. Un giro de esas características exigía haber trabajado previamente su aterrizaje y explicaciones claras en sede parlamentaria. No se puede despachar en forma y fondo como se ha hecho.

El giro y la explicación

Es fácil entender los motivos por los que España gira de posición y quiere avenirse con Marruecos. Sólo hay que recordar las crisis humanitarias que provoca el reino alauí cuando abre las puertas o simplemente hace la vista gorda facilitando la emigración masiva hacia la playa de Tarajal. Y el contexto geopolítico, que no puede ser más inquietante. De acuerdo, pero la política y los cambios bruscos requieren pedagogía y capacidad de implicar a los ciudadanos en la nueva estrategia, empezando por quienes votaron al PSOE, que llegó al Gobierno proponiendo una solución "aceptable y respetuosa con el principio de autodeterminación del pueblo saharaui".

Y algo más, no debe olvidarse que este giro político se produce sobre un territorio que fue abandonado por España en 1976 y que actualmente esté en guerra desde el 13 de noviembre de 2020, cuando Marruecos violó el alto en fuego en el Guerguerat -en la frontera con Mauritania- atacando a un grupo de civiles saharauis.

Y dos derivadas

La más dura de aceptar es la constatación de que los saharauis no le importan a nadie. Se les va a dejar de facto en manos de un país que no es una democracia homologable. ¿Qué tipo de autonomía van a disfrutar? Hablamos de un país en el que tras la Constitución de 2011 se mantiene la centralidad de la corona, que conserva poderes como la presidencia del Consejo de ministros y por lo tanto su influencia intacta en las leyes, el control de la agenda política y la toma de decisiones políticas; además de los llamados ministerios de soberanía (Exteriores, Interior, Defensa y Asuntos religiosos) que quedan bajo el mando y control directo de Mohamed VI. En el fondo, lo que se propone es una entelequia. Se condena a los saharauis, que pagan la factura del giro español, a seguir siendo unos parias de la tierra mientras se les seguirá pasando la mano por la espalda. Sin cinismo no hay diplomacia.

La otra cuestión se llama Argelia. No debería prolongarse el conflicto porque implica un daño de ida y vuelta. Argelia deja de ingresar 2.600 millones y España pone en riesgo el suministro de gas. Pero cuesta creer que esto sea manejado como parece con Argelia fuera de la ecuación. La sensación creciente es que nos estamos perdiendo algo, incluyendo la posibilidad de que Argelia esté actuando porque realmente estaba en el ajo.

George F. Kennan, diplomático norteamericano, pieza clave en la política de contención hacia la URSS durante la Guerra Fría, es quien mejor ha explicado que el interés nacional carece de cualidades morales: "La obligación del Gobierno es servir a los intereses de la sociedad que representa, no a los impulsos morales que los elementos de esa sociedad puedan experimentar".

El gran colapso

Marzo se le está haciendo bola al Gobierno. El colapso provocado por la huelga de transportistas y sus derivadas se ha convertido en una nueva piedra de toque. Huelga larga, impulsada por una asociación minoritaria de camioneros autónomos, ha desencadenado un desabastecimiento real y ha disparado la ansiedad de los ciudadanos por proveerse de artículos de primera necesidad, que ya escasean. Las pérdidas en la cadena alimentaria están ya por encima de los 600 millones de euros, todo en plena escalada de precios de los carburantes.

El Ejecutivo afrontó mal esta huelga desde el principio, reduciéndola a una acción de la extrema derecha, como si el impacto fuera menor en la economía y la vida de la gente en función de quien convoca. Aunque no es casual que a la vez de la huelga española -convocada al margen de la asociación representativa del sector- una caravana de camiones vinculada a la extrema derecha norteamericana -el People´s Convoy-  se esté dirigiendo a Washington o que otros centenares de camiones hayan bloqueado Ottawa (Canadá) -el Freedom Convoy- en lo que según la prensa norteamericana es "sólo la parte visible de un movimiento más amplio de la derecha". Esas protestas han tenido un componente xenófobo y racista. No, nada es casual. Hay demasiados movimientos subterráneos bien financiados y engrasados como para abonarnos a la inocencia. 

Pero el problema se convierte en real en España cuando afecta a la economía y la vida de la gente, sin perder de vista a agricultores, ganaderos y pescadores, a punto de estallar. Ni los 500 millones prometidos en ayudas directas ni la bajada de los carburantes a los profesionales -entre 15 y 30 céntimos el litro más una bonificación que añade Repsol- van a desmovilizar la huelga indefinida. Ésta está siendo otra acción concertada y diseñada con efectos letales y en ese tipo de acciones la negociación tiene poco valor para quienes la secundan. "Hasta que yo no me siente con la señora ministra no se desconvoca el paro", ha dicho Manuel Hernández, el líder de los huelguistas, lo que demuestra el espíritu de los convocantes.

Resolver el problema urge, empezando por rebajar la tensión, pero al Gobierno parece habérsele ido el conflicto de las manos.

La 'isla energética' ibérica

Pedro Sánchez salvó la semana sobre la campana. Se apunta un tanto importante consiguiendo un acuerdo para bajar los precios de la luz poniendo topes temporales al precio del gas, auténtico talón de Aquiles de los ciudadanos y las empresas. El concepto de isla energética describe las dificultades de España y Portugal para recibir energía de otros países dada nuestra posición geográfica. Justo lo contrario, por ejemplo, de Alemania, que dada su situación central recibe energía prácticamente de todos los países. La contundente posición junto a Portugal para conseguirlo ha sido un éxito político. Todos los países de la UE deberían tener en 2030 un porcentaje del 15% de interconexión energética. El de España hoy no alcanza el 3%. Ponerle nombre a las cosas funciona. Ese aislamiento está bien reflejado, aunque con más sensibilidad de los países ricos e hiperconectados este problema podría haber tenido menor impacto durante este periodo de precios desbocados.

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