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Mi tierra dice aquello de que la mentira tiene las patas muy cortas y que se pilla a un embustero antes que a un cojo. Tendrá más o menos razón los refraneros andaluz y español, pero desde luego es incontestable para la mayoría y se va transmitiendo de unas generaciones a otras lo mismo que un legado.

Analistas tiene la política, pero también la gente de la calle, los de a pie, los que estamos aquí en medio de un peligroso triángulo de las bermudas de las corrupciones, que el día menos pensado se traga a un país entero, sin dejar rastro. Por cierto, y hablando de analistas, me reconforta la vuelta televisiva de una sensatez como la que aporta esa leyenda llamada Victoria Prego.

La gente común no tenemos datos tan concretos como los que se echan en cara los políticos, verdaderos trapos sucios arrojados desde un escaño a otro. Pero la gente común, la común y corriente, puede que no recordemos ni el día, la fecha y la hora exacta de las atrocidades contra la democracia, pero sí el hondo pellizco del estómago cerrado a tanto asco. Es como cuando se nos borra el título de una película, pero no el argumento indeleble de sus emociones.

La desembocadura de la moción de censura puede que fuera la incesante corriente del agua sucia que nació en una estafa electoral, la que Rajoy se atrevió a cometer incumpliendo todo lo que prometió, haciendo lo contrario de lo asegurado. Y como en una canción de Perales, "ya no recuerdo cómo fue, si me mentiste o te mentí… se me olvidó, sólo recuerdo que lo nuestro fue… una locura". Esa locura se llama ahora mismo España y se le viene escapando la vida desde aquella estafa, cuando empezó a perder sangre a borbotones por la vena safena de la decepción, cuando al PP se le fueron más de dos millones de votantes, cuando se perdió en aquella grave hemorragia la mayoría absoluta, cuando estuvimos sin Gobierno yo qué sé ya cuánto tiempo, cuando iniciamos de urgencia y moribundos el camino de Pozoblanco a Córdoba, cuando parece que llamáramos a Ramón Vila para salvarnos del tránsito fatal.

¿Dónde estamos ahora? ¿En qué va a acabar esto? ¿Nos hemos muerto o es posible una curación laboriosa y de muchos años de quirófano? ¿Alguien llegará con vendajes de verdad, alguien a quien le duela nuestra sangre de españoles con los ojos en blanco?

Mientras tanto, mi tierra sigue con sus sentencias, las más pesadas, las más rotundas, las que son imposibles de recurrir: la mentira tiene las patas muy cortas y antes se pilla a un embustero que a un cojo.

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