El problema de Cataluña (Málaga) se está apalancando a marchas forzadas en el espejo retrovisor y la solución para que los independentistas vuelvan al redil acabará siendo en última instancia, como casi todo en esta vida, cuestión de pasta. Y ahí entrará en juego el futuro Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos (Malagón). De Málaga a Malagón, los españoles atravesamos la borrasca catalana y nos adentramos en la gran tormenta apocalíptica que ciertos sectores anuncian desde que a Pedro Sánchez se le abrieran los ojos tras noches de insomnio contando ovejas moradas y disiparse sus sueños de grandeza del CIS de Tezanos.

Desde un extremo, Vox, acusan al PSOE de "abrazar al comunismo bolivariano, a los aliados a un golpe de Estado". Santiago Abascal proclamó que les harán "responsables de cada daño que produzcan a la convivencia y al orden constitucional". Viniendo de donde viene, de un partido xenófobo, antifeminista y anti-Estado de las autonomías que enmienda a la totalidad el sistema, una opción plausible es tomarse las cosas de la cosa con humor. Y así, entre brochazos de mayor o menor intensidad, los arúspices de la derecha hacen ulular las alarmas ante el primer Gobierno de coalición entre la socialdemocracia y la izquierda fetén de la historia de España.

El precedente similar más sonado fue la Grecia del primer ministro Tsipras, en pleno rescate de su país. Pese a que fue precedido de amenazas de impago de la deuda, la realidad es que el Gobierno de Syriza cumplió con todas las condiciones impuestas por Bruselas y su líder acabó siendo aplaudido y admirado en las instituciones europeas. Otro precedente más similar todavía lo tenemos en Portugal, con el Gobierno del socialista Antonio Costa, que no es de coalición, sino apoyado por el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista. Sus buenos resultados, además de granjearle la salida del rescate, han sido laureados por Europa con el cargo de presidente del Eurogrupo de su ministro de Economía, Mário Centeno. Y el más reciente, el del Gobierno de coalición finlandés, un Ejecutivo con una amplia amalgama: el Partido Socialdemócrata, el de centro, los Verdes, la izquierda y el Partido Popular Sueco de Finlandia...

Lo único que se conoce públicamente hasta la fecha del satanizado pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias son diez puntos genéricos cimentados en derechos constitucionales y que ninguno choca con las políticas de la UE.

Las especulaciones más terribles se desatan con los indultos del procés. La memoria selectiva del PP olvida que el Gobierno de José María Aznar indultó a unos 15 terroristas de Terra Lliure. Por no hablar de los socialistas, que indultaron a condenados de la ralea de José Barrionuevo, Rafael Vera, Alfonso Armada... No sería mucho más traumático hacerlo con los líderes de una "mera ensoñación" (la terminología no es propia, sino del Tribunal Supremo).

Bruselas bendice de entrada el acuerdo entre el PSOE y Podemos. Eso es lo importante. Lo demás son ruidos, fobias y furias de diversa calaña. Con ciertas dosis de paranoia: Abascal relacionó ayer la fuga del ex jefe de Inteligencia chavista Hugo Armando Carvajal, que estaba pendiente de la Justicia española al haber sido reclamado por Estados Unidos, con la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos.

Y se romperá España. Y venderán la nación al independentismo. Y Pablo Iglesias inoculará el virus del comunismo. Y arderá la Constitución. Y habrá referéndum de autodeterminación en Cataluña. Y derribarán la Monarquía parlamentaria... El apocalipsis está al caer, pero de momento es lo más parecido en esencia a un fondo buitre: pura especulación.

El comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Pierre Moscovici, subrayó ayer a quien quiera oírlo que el ejemplo de Portugal muestra que "se puede ser serio y de izquierdas a la vez". Pero la derecha seguirá dándose golpes en el pecho con el falso oxímoron.

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