Análisis

Juan Ruesga Navarro

Sevilla, nuestro escenario

La preocupación es acotar el número de asistentes para garantizar la seguridad

La imagen de una ciudad volcada a la fiesta, convertida en un escenario total, es un antiguo ideal, con raíces en la antigüedad clásica y que los vanguardistas del teatro de principios del siglo XX añoraban. Querían sacar el teatro de las cuatro paredes del escenario y sobre todo de la rutina de los edificios teatrales. Lograr el encuentro entre las masas y el gran espectáculo. Recuperar las esencias, la complicidad del público. Ese fenómeno en Sevilla no hay que explicarlo demasiado. Vivimos fiestas en las que la ciudad es su escenario. La Semana Santa, con la gran simultaneidad de procesiones, dando sentido a las calles y plazas de casi toda la ciudad. La Feria de Abril, que ha conformado una gran ciudad efímera de lonas, encajes y bombillas encendidas. La Cabalgata de Reyes, que hoy como hace cien años nos invita a salir a la búsqueda de los recuerdos de una infancia ilusionada y dichosa. En otras ciudades es el Carnaval. En otras los moros y cristianos, los encierros de toros, las grandes Fallas. O seguir las campanadas que despiden el año viejo y saludar al nuevo de diversas maneras. Con uvas como en la Puerta del Sol de Madrid. Con grandiosos fuegos artificiales como en las orillas del Támesis en Londres.

Durante años esas celebraciones nos han atraído. Estar participando en un acto en persona. La era de lo virtual no ha hecho sino reafirmarlo. Queremos disfrutar en vivo y en directo. Hace tiempo la preocupación de los organizadores era si asistirían suficientes espectadores a los actos. Ahora la preocupación es acotar el número de asistentes para poder garantizar la seguridad de los mismos. Aforar, limitar el número de asistentes, dos personas por metro cuadrado, como se ha hecho ya en la Puerta del Sol. Y en las orillas del Támesis este fin de año. Y en los grandes maratones urbanos. Y por supuesto en los grandes recin tos deportivos o de espectáculos. Ahora ya no se habla de cifras aproximadas, pueden y deben ser exactas. Parece que se van a terminar las especulaciones del número de asistentes a concentraciones y manifestaciones.

En Venecia están a punto de instalar en la Plaza de San Marcos un sistema de conteo electrónico de visitantes, por medio de cámaras y un programa de reconocimiento facial. Se trata de saber cuántas personas están en un lugar y finalmente quiénes son. Más información y más seguridad. Y más control. Nos puede molestar y dar escalofríos, pero los estacionamientos públicos ya han incorporado este sistema. No sólo sabemos los vehículos que están estacionados por número, sino también sus matrículas y prácticamente los conductores que son fotografiados al entrar y salir. Esta información se complementa al conocer la posición de vehículos públicos y también la de nuestros teléfonos móviles. Dan fluidez y eficacia al transporte público. Y ayudan a resolver crímenes y delitos como los medios nos informan. Pero nos controlan. Y me parece, lamentablemente, que no hay vuelta atrás. Lo iniciado en nuestra carrera oficial es sólo el principio. Sevilla es nuestro escenario, pero lo debemos cuidar como tal.

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