DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Análisis

Rafael Salgueiro

Universidad de Sevilla

Unión Europea, tratados comerciales y estado del mundo

En las últimas dos décadas hemos vivido una globalización de dos velocidades, marcadas por los acuerdos multilaterales y los pactos entre países de una misma región mundial

Unión Europea, tratados comerciales y estado del mundo

Unión Europea, tratados comerciales y estado del mundo

DURANTE casi dos decenios hemos vivido una globalización de dos velocidades. Una, la de los países sólo integrados en acuerdos multilaterales globales, animados por la acción de la Organización Mundial de Comercio. Otra, la de los acuerdos regionales entre países de un mismo continente o de grupos de países de diferentes continentes.

Esos acuerdos no consisten en una mera reducción de aranceles, algo iniciado de forma casi sistemática al final de la II Guerra Mundial y cuyo empuje ha llegado hasta la actualidad. Por el contrario, estos acuerdos centran su atención, en gran parte, en los factores limitadores de los intercambios o de la inversión entre países o regiones. Su concreción es enormemente laboriosa, porque exige la identificación de esas limitaciones o las consecuencias favorables y desfavorables que pueden tener para los productores de las partes firmantes. Además, la duración de las negociaciones –hace 20 años que comenzaron las del acuerdo UE-Mercosur, aunque con un período de paralización– da lugar a que haya cambios de toda naturaleza respecto a la situación original. Cambios en la orientación Estado-Mercado en los países de una región firmante, sin ir más lejos; vocación exterior o cerrazón interior en alguno de los países influyentes; peso del comercio exterior en las economías nacionales; e incluso, cambios en los agentes influyentes en los gobiernos de cada país y en los sectores económicos y sociales que los soportan. Añádase a eso, desde principios de siglo, el surgimiento de un nuevo actor económico, China, de influencia más trascendente en el mundo de lo que somos capaces de anticipar, porque nuestras mentes están hechas a las categorías de la segunda mitad del siglo XX y que ya no sirven para entender el XXI. Será por eso, no puedo evitar decirlo, porque dos regiones españolas, que en la escena mundial son absolutamente insignificantes y completamente prescindibles, están empeñadas en volver no ya al siglo XIX, sino a los tiempos anteriores a la paz de Westfalia (mediados del XVII), de la que surge el estado-nación. Una construcción política que a ningún estado ni a ninguna nación –un término relativo sólo para los ignorantes– se le ocurre poner en cuestión, salvo en algunos, pocos, casos en los que una forzada amalgama de territorios se centrifuga, como ha sido el caso de Yugoslavia, sin ir más lejos, mientras que el de la extinta URSS es diferente.

La escena mundial y sus tendencias son el marco de los últimos acuerdos comerciales

La escena mundial y sus tendencias son el marco de los tres últimos acuerdos comerciales de la UE, cuyas negociaciones se iniciaron hace bastante tiempo. Nos encontramos con Estados Unidos volviendo a lo que siempre quiso ser, un país que quiere ser más ajeno a lo que suceda en el mundo de lo que nos gusta reconocerle y que no por vocación asumió un liderazgo político y de defensa del mundo occidental. Tras la II Guerra Mundial el mundo se dividió en dos sistemas de valores muy diferentes, en pugna entre sí y con deseo de extender los valores propios. Esto ya no sucede, y EEUU se repliega, lo cual no ha nacido con el presidente Trump sino que era visible en las primeras intenciones del presidente Bush Jr., antes del atentado de las Torres Gemelas, y ha sido visible durante el mandato del presidente Obama. Pero es que, además, EEUU va camino de no depender de las importaciones de petróleo, con lo cual le concede cada vez menos importancia lo que suceda en Oriente Medio. No es casual la retomada búsqueda de un acuerdo de paz con los talibanes, ni el desentendimiento de lo que suceda en Siria o en una región de Turquía. Y menos casual todavía es que se nos esté animando a los restantes socios de la OTAN a asumir una mayor responsabilidad y gasto. Las palabras del presidente Macron –el estado de muerte cerebral de la OTAN– parecieron escandalosas, pero responden a una realidad que se está acercando. Las limitaciones al comercio exterior, por su parte, no son más que una dimensión de este retraimiento, aunque con implicaciones estratégicas en algunos sectores determinados, y podrían tener que ver no sólo con una protección de la producción nacional, que no es nueva, sino conque el intercambio entre importación de productos y exportación de bonos del Tesoro esté siendo menos ventajosa que en el pasado.

China no es sólo una gran potencia económica y comercial, próxima a convertirse en la sociedad “moderadamente próspera” que es su objetivo. Está avanzando de forma sorprendente hacia un papel de liderazgo en innovación, a la vez que va cediendo la fabricación masiva de manufacturas de poco valor añadido a terceros países, inicialmente del sudeste de Asia y se convertirá en el gran socio técnico de la India en su ambicioso plan “Make in India”. La gran acción de China hacia el exterior no es sólo una presencia internacional muy activa de su presidente Xi Jinping, sino la Iniciativa de la Ruta Terrestre y Marítima de la Seda, que merece un artículo propio y cuyas consecuencias geo-económicas van a determinar, en gran medida, el curso de la economía mundial en el siglo XXI. Milagro será que el meridiano cero siga siendo el de Greenwich y no el que corresponda al estrecho de Malaca.

En Europa se terminó la zona de confort política, económica y militar en la que hemos vivido

Y en estos cambios que están sucediendo donde hay que buscar explicación al Brexit, movido por una parte de la élite inglesa en la creencia de que mejor irá al Reino Unido con más libertad de movimiento que la que le concede la pertenencia a una Unión Europea cada vez más difícil de entender de modo unitario y que quizá sean tres o cuatro Uniones: Shengen, Euro, Defensa y Aduana común. No parece posible un funcionamiento eficaz de una Unión de 28 países, dos de los cuales, además, Grecia e Italia, parecen sentirse más atraídos por las facilidades de inversión chinas que por los instrumentos de la UE.

Y es en este escenario en el que hemos conseguido cerrar tres acuerdos económicos y comerciales de suma importancia: Canadá (2014, con aplicación plena en 2024), Japón (2019, con aplicación plena en 2038) y Mercosur (2019, pendiente de ratificación por los países miembros de la UE). Hay que lamentar, en mi opinión, que no llegásemos a cerrar el acuerdo de inversión y comercio transatlántico con EEUU, el conocido TTIP, aunque la actual presidencia del otro lado no sea muy proclive a este acuerdo.

Mal haríamos si viésemos como una amenaza, algunos los vieron así, estos acuerdos. Sería tanto como reconocer que no somos capaces de competir en un mundo con pocas fronteras y en el que espacios propios, como el nuestro, no parecen poder soportar una tasa de crecimiento económico apreciable. Se nos terminó la zona de confort política, económica y militar en la que hemos vivido en Europa durante decenios. Ya no existe, y por eso es cada vez más importante el buen funcionamiento de la Comisión Europea y apoyar su acción, porque de los 28, quizá 27 en enero, la mayor parte de los países miembros no son más que enanos mundiales.

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