Análisis

Juan Ruesga Navarro

Veinticinco años no son nada

Faltan pocos días para que el próximo 12 de octubre se cumplan los veinticinco años del cierre y clausura de la Exposición Universal celebrada en Sevilla en 1992. La Expo fue importante en sí misma y para Sevilla. Desde luego, nadie lo duda. Aunque no lo parece por los festejos y celebraciones que la ciudad ha realizado. Fíjense que digo realizado, no pensado, proyectado, imaginado o contado. Que eso sí sabemos hacerlo. Y fíjense que digo ciudad y no Ayuntamiento. Porque la ciudad no es solamente el Ayuntamiento. La ciudad somos sus habitantes, por la cantidad y por la calidad. ¿A cuántos actos, exposiciones, coloquios, foros, encuentros o celebraciones del 25 aniversario de la Expo han asistido en estos últimos seis meses? ¿Y en cuántas actividades han participado activamente a través de las asociaciones, colegios profesionales, instituciones o corporaciones privadas a las que pertenezcan? No hace falta que lo diga, no muchas. Personalmente solamente he asistido a la estupenda exposición organizada a pulso por la Asociación Legado Expo en el Pabellón de la Navegación y paseado por la colección de fotos que hay en la Avenida. Claro que ha habido más cosas, lo sé, pero escasas y, desde luego, sin amplio eco en la ciudad. Ojalá me digan que estoy equivocado y que se han realizado muchas celebraciones y con una afluencia masiva. Ustedes dirán.

¿Y qué ha pasado en Sevilla en estos veinticinco años, en clave de grandes cambios de la ciudad? Pues no demasiado. Inversiones públicas en infraestructuras y equipamientos se han hecho, pero ya no nos tocaba a nosotros, decían. Por ejemplo, una nueva esclusa en el río, pero sin tener claro del todo para qué. Un buen Metro, pero sólo una línea y seguimos yendo al aeropuerto en un autobús, como hace cincuenta años, cuando desde las oficinas de Iberia en el Cristina nos llevaban a coger el avión de Madrid. Las peatonalizaciones y la bici han cambiado Sevilla a mejor, y es un cambio trascendente en mi opinión, pero falta seguir ampliando las zonas peatonales en el centro y en los barrios, mejorar los carriles bici y construir aparcamientos disuasorios y más bicicleteros. Algunas cosas más, como el infrautilizado Estadio de la Cartuja, y el discutido Metropol Parasol, cada vez más un referente urbano. Ya preguntan los turistas desorientados en nuestras calles del centro cómo se va a la Encarnación. Y pido perdón por las obras de infraestructura, equipamiento o mejora que se me olviden. De la letanía sevillana de cosas inacabadas o en proyecto no les hablo hoy. Mejor mañana.

Pero, en fin, de las glorias de la Expo no se vive y desde luego mucho menos si no se ha invertido de verdad en nuevas infraestructuras urbanas en estos años. Recuerden que para ir de Cádiz a Huelva se sigue pasando por La Pañoleta. Y los puentes empiezan a resentirse. El Puente de las Delicias y sus frecuentes averías, es una imagen explícita de que las infraestructuras no pueden pararse en el tiempo. Pasó nuestro tiempo, parece, y además nos cuesta rematar. Pero creo que Sevilla y los sevillanos en estas cuestiones tenemos poco arreglo.

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