Análisis

Gumersindo Ruiz

La aparente inmunidad de la Bolsa

Tras la fuerte caída de las bolsas en marzo, hay recuperaciones que resultan asombrosas, como si estuvieran anticipando un mejor momento para la economía en un futuro no muy lejano. Pero esto, ¿continuará, o acabará como otras veces, no como un globo que se desinfla poco a poco, sino que estalla de repente?

Algunas claves de la situación son, primero que las fortísimas subidas se dan en tecnología y servicios al consumo, pues parece natural que la gente se lance a comprar acciones de empresas de pagos digitales, comunicación e información, entretenimiento, redes sociales, venta "on line, tras la experiencia del confinamiento. Y también para tecnologías de vanguardia como el coche eléctrico; Tesla valía 80.000 millones de dólares en marzo y pasó a 600.000, aunque en unos días ha perdido la cuarta parte de su valor. La segunda clave es que empresas como Tesla, o Microsoft, Facebook, Visa, tampoco venden ni ganan tanto, y la relación entre lo que valen en bolsa y ventas es más de 10; tomamos ventas porque son menos manipulables que los beneficios, pero aun con un margen sobre ventas del 25% -que ya es margen-, se estarían valorando por 40 veces lo que ganan.

La tercera clave es que estas compañías amplifican las subidas en bolsa; por una parte, aquellos índices donde hay empresas tecnológicas globales -norteamericanas, chinas- suben en el año de manera desorbitada alrededor de un 35%, como el Nasdaq o el Shenzen. Por otra, en España hay pérdidas importantes en el año, no en vano nuestras principales cotizadas son textil, bancos, construcción, y energía, y el peso del sector financiero lastra el índice bursátil. Una cuarta clave es que estos mercados no son un ejemplo de economía competitiva y transparente; en Estados Unidos hay la mitad de cotizadas que hace 20 años, y la tercera parte que hace 40, por las fusiones y concentración de sociedades; además, compraventas y precios están influidas por relativamente pocos gestores de fondos, que deciden sobre unos 8,5 millones de millones de dólares en bolsa norteamericana, y dos millones de millones de acciones de compañías que no cotizan, y capital riesgo. Se valoran demasiado las compras y fusiones, y tenemos la experiencia en España del sector financiero con las subidas que se dan antes de las operaciones, y la caída posterior de la acción, que no se recupera.

La remuneración negativa al ahorro en inversiones sin riesgo favorece la burbuja de valoración, pero ello no quita para que ahorradores que invierten por su cuenta, o colectivamente, no estén expuestos a pérdidas que aparezcan de forma caótica y quizás exagerada; los llamados índices el miedo muestran subidas y bajadas que se despegan mucho de valores medios -caso de Tesla-, pero no son noticia más que en ámbitos muy profesionales. Aunque ahora no se vea por qué, ningún sector ni compañía es inmune a una disrupción, y algunas tecnológicas podrían caer algún día -quizás por una reflexión inteligente sobre la utilidad social de los datos que acumulan y manipulan, o la banalidad de algunos de los servicios que ofrecen-, por eso toda prudencia al valorarlas es poca, si no queremos tener un factor más añadido a la ya de por sí complicada situación en la que nos encontramos.

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