TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

Análisis

rogelio rodríguez

En la boca del volcán

El PSOE de Sánchez, el Gobierno de la nación, fue humillado en Pedralbes y volverá a serlo ahora

La alta política está es desuso. No existe. Los nuevos socialdemócratas, liberales y conservadores, también los otrora llamados eurocomunistas, han dilapidado el patrimonio que heredaron de sus mayores, construido con lucidez, generosidad y consenso sobre las cenizas de una guerra atroz y cuarenta años de dictadura. La mejor obra política de nuestra historia, la Constitución de 1978, está al borde del colapso. Mientras los grandes partidos lengüetean sus miserias, formaciones minoritarias de extrema izquierda y extrema derecha y grupos regionales secesionistas hunden sus navajas en el tempo de España. El presente y futuro del país depende de ellos. Son ampliamente derrotados en las urnas, pero la inoperancia o la indecencia de los frágiles ganadores les abre la puerta de las instituciones democráticas, a las que acceden piqueta en mano.

La sociedad civil está polarizada, manejada por dirigentes enfermos de ambición que desdeñan el interés general y desprecian la verdad, esa virtuosa religión que recomendaba Gandhi. En primer lugar, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, cuya holgura de escrúpulos le hace comulgar con iniciativas que minutos antes decía aborrecer. Sánchez ejercita su músculo político en el gimnasio de la mentira. Dicen en La Moncloa, y suscribe el doméstico aparato de Ferraz, que la negociación con ERC, formalizada el pasado jueves, con la investidura como primer objetivo, se conducirá en el marco de la Constitución. No cabe mayor falacia, cuando el líder de ese partido, Oriol Junqueras, cumple condena en la cárcel por sedición y malversación, y la secretaria general, Marta Rovira, se dio a la fuga; cuando sus interlocutores para la supuesta gobernabilidad acaban de reincidir en el Parlamento de Cataluña apoyando la independencia, reprobando al Rey y desobedeciendo, una vez más, al Tribunal Constitucional, magna institución en la que, por cierto, han aflorado por primera vez preocupantes divergencias a causa de la prisión preventiva del ex vicepresidente de la Generalitat. El criterio jurídico de tres magistrados coincidió -¡grave casualidad!- con la pagana opinión de sus mentores socialistas.

Pedro Sánchez puede lograr que lo invistan. Al PNV le gusta la música independentista y ERC está en el deshielo. JxCAT y la CUP le hacen sombra en Cataluña, pero qué mejor para sus fines que en un presidente "débil y derrotado", como pregona Gabriel Rufián, altivo transmisor del dictado soberanista. El PSOE de Sánchez, el Gobierno de la nación, fue humillado en Pedralbes y volverá a serlo ahora. Sánchez se conduce, conduce al PSOE y al país, por derroteros de tormento. Está dispuesto a gobernar con los que quieren destruir el Estado, a nombrar vicepresidente a quien organiza actos contra la Monarquía y, como anticipo de lo que hará, niega su apoyo al real decreto de medidas urgentes contra 'república digital' que pretende crear Quim Torra.

Si se produce el milagro de que no haya investidura, volveremos a la hecatombe electoral, y si antes de Navidad hay Gobierno de coalición, etiqueta Frankenstein, el Estado de Derecho recibirá a los Reyes en la boca del volcán. "Dios mío, ¿qué es España?", exclamó un día Ortega.

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