Si algo tengo comprobado, es que el fútbol saca a relucir las cualidades más loables de aquellos que lo ven. La pérdida de papeles suele ser algo muy común entre los espectadores del deporte rey, de ahí que todo tipo de comentarios e improperios campen a sus anchas durante los noventa minutos que dura un partido. Los insultos al árbitro son un clásico, desmerecer al entrenador es el mantra de la hinchada y la batería de calificativos peyorativos hacia los jugadores es la máxima de cada partido. Aunque a veces se dan variantes.

Famosos por dar patadas a un balón, los futbolistas acaparan un buen porcentaje de la prensa rosa. Sus aventuras amorosas tienen tirón y si encima mantienen una relación con alguien de su misma esfera pública las portadas y minutos de televisión están asegurados. Ellas, divinas de la muerte, se convierten en novias de y empiezan a competir en una particular liga para ver quién es la más (guapa, cuerpazo, guapa y cuerpazo, guapa, cuerpazo y supermami...) de todas las novias de. Inmersos en pleno Mundial, las WAG, el apodo con el que un iluminado decidió denominar a estas mujeres, no sólo acaparan portadas, sino que también están en boca de todos. Resulta que ellas, además de tener que preocuparse durante todo el Mundial de su pelo, su cara, su ropa y hasta su desodorante -vaya a ser que en alguna revista les dediquen un maléfico arggg-, también son las responsables de los éxitos o fracasos de sus futbolísticas parejas. O al menos eso piensa la hinchada, que ahora no sólo critica al futbolista, también se mete con la novia como nueva conducta a la hora de ver partidos. ¿La última en ser responsable del juego de un futbolista? Edurne.

Dicen los entendidos que David de Gea no está en sus plenas facultades como portero y que la culpa es de Edurne que, cito textualmente, lo tiene seco. Tal comentario parece dicho por el hombre de las cavernas, pero no. Se escucha en cada conversación (y sale de todo tipo de bocas) en la que se habla de la Selección y se critica al portero, que por lo visto es malo de narices. Pero decir que es malo sería demasiado simple, mejor afirmar que su novia le hace practicar más sexo de la cuenta -como si él no tuviera voz ni voto- y que por eso parece un muñeco en la portería. De nuevo la mujer en el punto de mira, de nuevo un comentario machista, de nuevo el siglo XXI.

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