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Cuando una pandemia avanza rápidamente, nadie estará salvo a menos que todo el mundo lo esté". Es la sentencia que encabeza el portal de Covax en la OMS, una iniciativa para que la vacuna contra el Covid-19 llegue a todo el mundo, incluidos los países de rentas bajas.

El acceso a la vacuna se ha convertido en un conflicto geopolítico de orden global, debido a que las estrategias nacionales y los acuerdos bilaterales entre gobiernos y farmacéuticas apuntan hacia un nuevo fracaso del multilateralismo. Muchos intereses en juego y actores muy diversos, todos ellos dispuestos al máximo esfuerzo por estar entre los primeros en llegar a meta, incluso si durante la carrera surgen conflictos de naturaleza ética. Pensemos en el dilema de los laboratorios, que han de elegir entre llevar la vacuna al mayor número posible de personas, lo que implica precios reducidos y transferencia de conocimientos y tecnología, y las ganancias de sus accionistas, que son los que aportan los recursos imprescindibles para el progreso de la investigación.

Los intereses políticos enturbian todavía más la competición. China y Estados Unidos no han dejado de tirarse los trastos a la cabeza todo el tiempo, con la intención de encontrar culpables sobre los que desviar el foco de atención de la pandemia. Una estrategia propia de los populismos que se hizo evidente en "sprint" por ser los primeros en vacunarse y en el que también se esforzaron en participar Rusia y Reino Unido. En el ámbito local las cosas no han sido muy diferentes. Pudo apreciarse en el caso español con la escalada de tensión entre gobierno y comunidades con motivo de los suministros de mascarillas y test de diagnóstico, haciendo que la función de coordinación, fuente de reputación habitual, cayese por los suelos, aunque su potencial influencia en la disputa del poder pueda haber aumentado.

Todo el mundo suscribe que no se podrá superar la pandemia hasta que la vacuna haya llegado a todas partes, como proclama la sentencia de Covax y OMS. En la práctica, sin embargo, todos intentan estar en zona de pódium. Es importante llegar, pero todavía más el puesto en que se llega. El ranking importa y de ahí la expectación en torno al dato diario de contagios y vacunación y la polémica sobre su fiabilidad. Es cuestión de reputación, de la que depende el equilibrio del poder y otras muchas cosas. Por ello Estados Unidos ha ido a lo suyo, ignorando al resto, mientras que China se ha dedicado a promover acuerdos bilaterales por el continente asiático y Latinoamérica con indisimuladas pretensiones geoestratégicas. También Europa se ha apresurado a asegurarse la provisión masiva de vacunas, pese al progresivo arrinconamiento en que quedan los países con rentas medias y bajas. Algunos de ellos, como México, Brasil o la India, han conseguido acuerdos con laboratorios occidentales y chinos para impulsar programas propios de investigación, fabricación y distribución de vacunas, pero muchos otros no tienen esta posibilidad. El problema es que, si la OMS tiene razón, no se conseguirá erradicar la pandemia, ni sus consecuencias sobre la economía global, mientras haya rezagados en el proceso de vacunación.

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