La ventana
Luis Carlos Peris
Sevilla, una Venecia del interior
Hace pocos días parecía que Pedro Sánchez vivía los peores días de su carrera política. Gran error, falta de percepción, o el convencimiento de que ningún dirigente podía afrontar un futuro más negro. Incluso un líder que se caracteriza por su capacidad de superar situaciones límite que a otros hunden definitivamente. Hoy, sin embargo, visto lo que se ha visto en la última semana, es difícil creer que Sánchez pueda seguir gobernando con imagen intachable, de hombre íntegro que tiene como prioridad el bien de los españoles.
Todo su empeño lo centra en finalizar la legislatura, y es posible que lo consiga porque el socialismo actual, el sanchista, tiene unas tragaderas que rozan la indecencia –con perdón–, pero nunca en democracia se ha visto un presidente más maligno para la sociedad, que más daño ha hecho a la convivencia aunque presume de lo contrario, que menos respeto muestra a la separación de poderes... y que, ahora se sabe, ha hecho la vista gorda a los casos de corrupción que protagonizaban las personas de su círculo más cercano. Incluso su mujer, Begoña Gómez, se encuentra hoy bajo la lupa de los que investigan una trama que, necesariamente, va a provocar que caigan poderosas cabezas.
No será por decisiones de quien manda en Moncloa y en Ferraz, que es quien ha nombrado para altos cargos a algunos personajes que se han dejado vencer por la tentación de conseguir dinero fácil aprovechando el poder que les otorgaba sus cargos. Más el poder que tenían compañeros situados también en despachos en los que se tomaban decisiones tasadas en docenas y centenares de millones de euros. Si por Sánchez fuera, los hoy investigados saldrían limpios de polvo y paja. aunque al presidente le gusta presumir de ser implacable contra la corrupción. No es cierto, no ha movido un dedo para combatirla, y si los nombres que hoy inundan los medios de comunicación, con fotografías y transcripciones de conversaciones muy comprometidas, tendrán que vérselas con la ley, no será por iniciativa del presidente del gobierno, sino por la acción de jueces y fiscales, el trabajo investigador de la policía judicial –la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en este caso– y la ayuda impagable de medios de comunicación que se han puesto a la tarea de informar sobre qué se cuece en algunos centros de poder. Con ramificaciones importantes en el Gobierno central y en algunos regionales.
José Luis Ábalos fue hombre fuerte del Ejecutivo de Sánchez y del PSOE hasta que fue destituido de forma fulminante hace dos años y medio del cargo de ministro de Fomento y a continuación dimitió como secretario de Organización del partido. Aquel cese provocó todo tipo de especulaciones, pero el martes pasado, cuando la dirección del PSOE decidió por unanimidad exigirle que renunciara a su escaño o se atuviera a sus consecuencias, en la rueda de prensa con la que explicó que no cedía, consiguió transmitir que era un hombre injustamente tratado.
Y lo era, porque al menos en ese momento no había un solo documento que recogiera delitos suyos en la trama Koldo, aunque siempre se dio por sabido que su antiguo guardaespaldas y hombre para todo no daba un paso sin el visto bueno de su jefe.
Su nombre sigue sin aparecer en las partes del sumario que se van conociendo, pero desde la propia UCO, sin señalar nombres de ningún tipo, advierten que queda mucho material por investigar, porque con la obligada autorización judicial, y para cumplir con el trabajo que se les había encomendado, en diferentes registros han incautado material informático, documentos y grabaciones que todavía no se han analizado en su totalidad.
De momento, se sabe que Ábalos no dijo la verdad cuando aseguró a un grupo de periodistas en el Congreso que a Koldo García le veía muy esporádicamente y hacía tiempo que no tenían contacto. La fotografía de los dos, hace un mes, en la marisquería La Chalana, demuestra que el ex ministro no decía la verdad.
Una de las conclusiones a las que se llega al analizar el cúmulo de datos que se conocen estos días es que la trama que giraba en torno a Koldo se mueve con tanta seguridad –la que da el creerse intocables–, que desmienten y lanzan acusaciones que no resisten la menor indagación. Por ejemplo, que Ábalos no llevaba tanto tiempo sin reunirse con Koldo. O que mantenía contactos con el PP.
A medida que transcurren los días aparecen nuevas figuras en escena. Las principales, además de Koldo, es el grupo de empresarios que se movían en torno a la sociedad Soluciones de Gestión, con Víctor Aldama como principal figura. Pero salen también media docena de altos cargos del Ministerio de Transportes cuando el titular era Ábalos, y que han continuado con el actual ministro, Óscar Puente, al frente de las más importantes empresas nacionales de transportes. Desde noviembre, cuando tomó posesión el Gobierno de Sanchez, han mantenido reuniones con Koldo y su grupo.
Quien se encuentra en una situación muy comprometida es la actual presidenta del Congreso, Francina Armengol, que cuando era presidenta de Baleares aceptó canalizar la compra de mascarillas a través de Soluciones de Gestión –aparentemente aconsejada por Ábalos– a pesar de que se trataba de una empresa sin actividad y no tenía ninguna relación con el mundo sanitario. Armengol hizo una compra por casi tres millones de euros, pero las mascarillas no cumplían los requisitos necesarios, así que no pudieron distribuirse. Siguen empaquetadas, ya caducadas, y desde Baleares se pidió el reintegro del dinero pagado, aunque posteriormente se anuló la tramitación de la devolución de dinero... que ha reactivado el nuevo Gobierno del PP.
Desde Soluciones de Gestión se pidió a Koldo García que hiciera alguna gestión en el PP para que el Ejecutivo balear no reclamara el dinero pagado, y respondió que haría las gestiones oportunas. Explicó después que había mantenido una reunión con Miguel Tellado –portavoz parlamentario del PP– y “Alberto” en Génova. Sin embargo, en la fecha indicada por el ex asesor de Ábalos tanto Tellado como Feijóo se encontraban en la sesión plenaria del Congreso que se celebraba en el Senado por obras en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Han negado que conocieran o hubieran hablado, incluso por teléfono, con Koldo García.
Un dato que ofreció Ábalos en las intervenciones que ha tenido estos días en varios medios, apuntaba que a él se le acusaba sin pruebas de hacer determinados negocios, pero que eran de tipo privado, mientras que la compra del Ejecutivo balear de mascarillas defectuosas se hizo con dinero público. Ábalos tira con bala.
También queda en situación delicada Salvador Illa, ex ministro de Sanidad y la persona que Sánchez quiere convertir en presidente de la Generalitat. Illa, como ministro, compró material sanitario por valor de 263 millones, pero siempre se ha negado a ofrecer datos sobre esas compras, qué material, cuánto y en qué fechas.
Finalmente se ha dejado oír la UE, que ha ordenado una investigación sobre el uso de los fondos europeos, para comprobar que no fueron utilizados por el Gobierno español sin el necesario control sobre su destino y uso. Desde hace semanas la UE vigila atentamente al Ejecutivo español por cómo ha utilizado los fondos, pero también por la polémica sobre la Ley de Amnistía que negocia Sánchez con Puigdemont, y que la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen a empezado a verla con recelo. Ha pedido a su equipo que elabore un informe para analizar si tal como se pretende aprobar en el Congreso cumple con los requisitos de las leyes europeas.
Frente a todas estas informaciones inquietantes para Sánchez, hay una especialmente delicada: la aparición en escena de su mujer. Begoña Gómez ya protagonizó una polémica cuando se le ofreció un cargo en la Universidad Complutense para el que se exigía ser catedrático, y ella no cumplía ese requisito. Después, el Instituto de Empresa la contrató para crear un departamento sobre África.
Gómez ha mantenido encuentros con empresarios vinculados a la trama Koldo y, aunque sus trabajos obligan a mantener contacto con empresarios, como decía la vicepresidenta María Jesús Montero, es inquietante que lo haga con los que están negociando con el Gobierno de Sánchez, su marido, contratos o, como es el caso de Javier Hidalgo, el rescate de su empresa, Air Europa. Rescate que el Gobierno asumió, aunque por una cantidad menor de la exigida por Hidalgo.
Sánchez reacciona como siempre: es víctima de una campaña del PP, a la que se suman jueces, fiscales y medios de comunicación adversos. Pero llega un momento en el que ese tipo de acusaciones con las que intenta defenderse ya no encuentran terreno abonado para ser creíbles.
En estos momentos, y es una palabra utilizada días atrás por un diputado socialista, el PSOE y el Gobierno viven un auténtico cataclismo.
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