Lo de Cataluña ya es como un divorcio. Escribo el título en catalán por aquello de las sensibilidades, que ya sabemos cómo están. Es un divorcio de esos que llaman "de mutuo desacuerdo". Sí, ¿o es que se rompe un matrimonio porque los cónyuges se entienden perfectamente? Pues así empezó Cataluña hace años, que estas cosas no ocurren en dos días. Años de discusiones, años de desafíos, de intentar ganar un pulso o muchos, de a ver quién puede más, broncas por el poder... y como en todo buen divorcio, la pela. Cuestión fundamental para tragar sin escrúpulos.

Desorientados con lo que se dicen uno al otro, siguiendo las jugadas territoriales como quien gira una y otra vez la cabeza en un torneo de tenis, desconcertados con datos que ahora se ventean como trapos sucios, hartos de sentencias sin cumplirse, artículos constitucionales de adorno, declaraciones políticas en el desierto, Reales mensajes... los españoles nos rompemos la cara, literal, en una España dividida en dos. Y como buenos hijos defendemos doloridos nuestro sitio perdido. Siempre se dijo: los hijos son los que peor salen parados en los divorcios. Y así estamos, 50 millones de hijos sin saber qué hacer.

Todos nombran el 155, el 8... Números al fin y al cabo, porque como números nos están tratando. Permiten que en Cataluña nuestros jóvenes se peleen en plena calle. Nuestros mayores corren despavoridos. Si fuera un ejército el que tiene que impedirlo, que lo haga ya y que caigan los que tienen que caer. Inocentes los justos, cuantos menos mejor. Y hasta ahora solo veo luchar a los que no corresponde, sin más armas que los gritos. Gritan los dos bandos. Hasta dos bandos policiales sin saber dónde "bandearse". La Guardia Civil deambula como vagabunda buscando albergue para defender a los silenciosos acobardados. La indisolubilidad desaparece, ya no es sagrada, se riñe por las arras, mientras los bienes gananciales se pierden en una bancarrota sin remedio. Alianzas de cartón sostienen España, una España que ni es de oro ni es de ley.

¿Cuándo van a impedir que los hijos de esta tierra, hoy amarga, dejen de apalearse?

Y si al final se produjera la independencia de Cataluña vamos a acabar como el rosario de la aurora. No sin antes recordarles a los independentistas otro rosario de este divorcio, aquel de la canción... "devuélveme el rosario de mi madre, y quédate con todo lo demás", Cataluña. Pero con todo, hasta el déficit y tu ruina. A la Virgen de Montserrat, más que nunca, la tienes negra.

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