El presidente de la Junta, Juanma Moreno, baja de un tractor el viernes en la asamblea de Asaje en Antequera.

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, baja de un tractor el viernes en la asamblea de Asaje en Antequera. / Daniel Pérez / Efe

Pedir el voto en la otra orilla es más viejo que el hilo negro, como para venir a descubrirlo ahora. Y más si uno ve un caladero propicio. Juanma Moreno lo hizo esta semana: "Éste es el camino que hemos escogido, un camino amplio, muy amplio, donde cabe todo el mundo: el socialdemócrata, el socioliberal, el que está cabreado con el Partido Socialista... aquí tienen cabida, donde caben los moderados, los centristas, los liberales, donde cabe todo aquel que quiera avanzar España, y todo aquel que quiera hacer avanzar Andalucía". Nada raro; un discurso de manual. ¿Por qué, entonces, se irritó tantísimo Juan Espadas? "¡Que no nos falte al respeto en este caso a los votantes socialistas... que no nos falte el respeto pidiendo el voto a nadie!". Pues sólo se entiende porque se vea tan débil que teme realmente que pueda ocurrir. Según algunos sondeos, sobre un 8%-15% podría desplazarse, que son en torno cien mil votos, tantos como los hijos de San Luis. No es falta de respeto pedirlo; es falta de confianza temerte que vas a dárselo.

Esto ha ocurrido siempre. El PSOE ha pedido aglutinar a la izquierda y desde IU se ha pedido el voto de los socialistas para regenerar, o quién no recuerda a Anguita hacerlo; el PSOE, el propio Sánchez, ha pedido el voto de los moderados de centro y centroderecha con el argumento de evitar a los ultras; Ciudadanos ha pedido y pescado a izquierda y derecha, como el PP lo ha hecho para ocupar su espacio tradicional como marca única, y Vox en nombre de la auténtica derecha. Un clásico. En definitiva, se crece ocupando las zonas mixtas. Y ante estas cosas , el manual dicta reaccionar con indeferencia o desdén. El tono de pataleta de Juan Espadas ha sido una demostración de debilidad.

El modelo del viejo bipartidismo es el catch-all party, aquellos partidos atrapalotodo cuya transversalidad les permitía ocupar la derecha o la izquierda casi en su totalidad, y hasta disputarse el centro; pero eso desapareció. El PP andaluz ha ensanchado con el declive de Ciudadanos, pero hacia la extrema derecha se topa con un muro ahora sólido, y tiene más oportunidades hacia el centro. Es el perfil de su candidato, muy distinto de Ayuso. Y no se trata de "guerra psicológica", como se queja Espadas , sino de lógica electoral en plena batalla. El equipo socialista, cuya maquinaria para ganar elecciones fue insuperable durante décadas, va a tener que mejorar. A las campañas se va llorado de casa.

Macarena de Salobreña

Macarena Olona tiene tan poco arraigo en Andalucía, que ni siquiera tiene casa. Está empadronada en casa de un amigo; eso sí, un casoplón con espacio sobrado para dividirse. Está en Salobreña, por cierto, un pueblo maravilloso frente al mar que la presión turística no ha logrado destruir. Los fraudecitos del padrón son otro clásico electoral; como el cunerismo, que tampoco es nuevo. El ex Jemad Julio Rodríguez, gallego, se presentó como cartel de Podemos por Almería después de fracasar en Zaragoza y antes de ir por Madrid. Rubalcaba fue por Cádiz, y la gaditana Teresa Rodríguez por Málaga, como ahora hará Inmaculada Nieto. Estas cosas no tienen mayor relevancia. En Cádiz otra cántabra, Teófila Martínez, fue alcaldesa veinte años.

Es lógico que se ataque a Olona, según la lógica de campaña, aunque es poco probable que eso vaya a impresionar mucho a sus votantes, que seguramente valoran más su trayectoria aguerrida en el Congreso, con un punto entre Agustina de Aragón y Cruella de Vil, que su empadronamiento. Claro que seguramente esas críticas no pretenden impresionar a los votantes de Olona, sino movilizar el voto de la izquierda desmayada en los sondeos.

Claro que es imposible saber qué hay en la cabeza de cada votante. Pero tan absurdo como que Macarena Olona exhiba credenciales andaluzas, lo empieza a ser confiar su desgaste a eso. Hay motivos para sospechar que al andaluz en general le importa esto una higa; y que esas historias con el RH de los nacionalistas, como esas exhibiciones de los ocho apellidos catalanes en sus listas, aquí despiertan poco interés. Y hasta pueden despertar hartazgo.

Olona, eso sí, en algún momento debería parecer que hace campaña andaluza no por el vestuario de feria, sino por sus mensajes. Está a 5 minutos de que se convierta en un cliché de precampaña preguntar: ¿ha dado algún titular andaluz Macarena Olona?

Más de credenciales

Yolanda Díaz le confesó a Juanma Moreno que su equipo no la dejó vestirse de flamenca, quizá porque tenían previsto dar estopa a Macarena Olona. Esta semana ha habido sus buenas ironías para el traje de Carolina Darias en Jerez, con el que vino a alertar de la Variante Rebujito que otros llaman Miarmacron: que si parecía hecho con una cortina de la abuela de mitad para arriba y lo demás con paños de cocina de casa; que si lo llevaba como la manta esperancera típica de Canarias; que su anfitriona, conocida como Meñiques Retrovisores... Todo esto es bullshit. ¿A qué viene esta clase de escrutinio, por cierto también practicado, aunque mucho menos, con los foráneos varones? Hay quien se está empeñando en construir un discurso andaluz que roba lo mejor de lo andaluz.

Casadistas, al limbo

Las comisiones de listas, en los partidos, podrían denominarse también Subcomisión de Ajustes de Cuentas. Al elaborar las candidaturas, llega la hora de pasar sumarísimamente por la quilla a los desviados. En el PP es el momento de pasar la factura al casadismo, aunque el casadismo ya no existe, porque para eso debería existir Casado. De hecho, el casadismo no existe ni siquiera como melancolía, al modo del sebastianismo portugués. En dos meses ha pasado al olvido. Quienes le fueron fieles pero rectificaron a tiempo, pueden ser indultados; quienes nunca dieron el paso atrás, pasan a la reserva activa; y quienes fueron fieles casadistas hasta el final, a casa. Paradójicamente se va a indultar, aunque para aparcarla, a Virginia Pérez, uno de tantos peones usados por García Egea para desafiar a los dirigentes territoriales.

La política, como la literatura, tiende a fallar con los buenos sentimientos; pero la política, a diferencia de la literatura, también tiende a fallar con los malos. Debería ser racionalidad. Y por tanto no hay que sacrificar talento, y menos a cambio de la fidelidad perruna. Hay gente como José Antonio Nieto de los que no se debe prescindir, o Ramón Herrera o Ana Vanesa García, que también se han ganado el sitio.

El vértigo en ciudadanos

Lo mismo, pero con muy poco por repartir. Sergio Romero o Fran Carrillo ni se han molestado en esperar.

Culebrones de izquierda

A Por Andalucía sólo le faltaba el titular de que su marca estaba ya registrada, después del caos del registro fuera de plazo. Aunque sin recorrido, la noticia tenía el efecto corrosivo de que todo ahí ha sido una chapuza. Tanto Juanma Moreno como Teresa Rodríguez usaron la palabra "culebrón", aunque ella para enfatizar su propuesta de empezar de cero con un armisticio de respeto mutuo en la izquierda. Pero los de Inmaculada Nieto insisten en vetarla en los debates. Sin duda, tratan de borrarla definitivamente del mapa parlamentario, para acaparar el espacio ideológico de la extrema izquierda. Tal vez lo consigan; de momento es obvio que les incomoda ver que Teresa Rodríguez está planteando mejor la campaña para hacerse reconocible entre la sopa de siglas en las papeletas de la izquierda: Por Andalucía, Adelante Andalucía y Andaluces Levantaos, con una veintena de siglas detrás. Un veto siempre es una declaración de intransigencia, y casi siempre de debilidad.

Sánchez, ¿suma o resta?

Ayer Pedro Sánchez vino a arropar a Espadas. Fue en Torredelcampo: el ámbito rural jiennense parece uno de los últimos territorios seguros para el PSOE. La organización, con todo, eleva la asistencia a 2.500 apenas. Hay en el partido quien duda que sea buen momento para traer a Sánchez, abucheado en la calle esta misma semana en que humilló la imagen de la Inteligencia española a la presión de sus socios independentistas. Sánchez, en 2019, era un activo fuerte; ahora, según los sondeos, está más en declive que la marca. Pero el PSOE necesita estímulos, aunque sean de riesgo, y Sánchez es el presidente.

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