La otra cara de la España vacía o vaciada es la de la concentración. Si las diez provincias más pobladas acumulan el 54,1% de la población, las menos pobladas tan sólo acogen al 4% del total y las diferencias tienden a aumentar (estos mismos porcentajes eran 52,6% y 4,4% en 2000). El denominado coeficiente de Gini, un indicador de concentración que toma valores entre 0 (máxima equidad en la distribución) y 1 (máxima concentración o desigualdad) era 0,462 en 2000, 0,474 diez años después y 0,485 en la actualidad, reflejando un flujo permanente de realojamiento, con el consiguiente aumento de los problemas de despoblación en unos lugares y de costes de aglomeración excesiva en otros.

En términos estrictamente económicos, las diferencias son todavía más acusadas. Si nos fijamos en el Producto Interior Bruto (PIB) apreciamos que el porcentaje acumulado por las diez primeras asciende hasta el 57,7% del total, mientras que las diez últimas se quedan en el 3,7%. Sin embargo, en este caso la evolución no es tan adversa como en el de la población. El coeficiente de Gini aplicado a la distribución del PIB por provincias ofrece un resultado de 0,477 para 2016 (último dato publicado por el INE), confirmando que la capacidad de producción está todavía más concentrada que la población, aunque este valor es inferior a los de 2010 (0,486) y 2000 (0,490).

Como es lógico, la distribución geográfica del empleo está relacionada con las dos anteriores. La participación de las más pequeñas es similar a la población (3,9%) y también se ha reducido de forma moderada desde el comienzo del siglo. La de las más pobladas, por su parte, ha crecido significativamente (casi dos puntos desde 2000, hasta el 55,9%), aunque se mantiene por debajo de su contribución a la formación del PIB nacional.

La valoración conjunta de los tres indicadores permite deducir, por un lado, que el más rápido aumento del desequilibrio poblacional que el de la producción y el empleo podría explicarse por la abundante presencia de parados o jóvenes sin empleo anterior entre los emigrantes de las provincias que se vacían (la marcha se deja sentir en el total de la población, pero no tanto en el PIB). Por otro, la mayor concentración de la producción que del empleo indica que las provincias con economías de mayor tamaño son cada vez más intensivas en capital y tecnología y menos en trabajo.

La observación del desempleo proporciona una perspectiva singular. Por un lado, un conjunto de provincias donde el problema prácticamente no existe, dado que las diez mejor posicionadas no llegan al 3% del paro nacional. Por otro lado, las diez que concentran las mayores bolsas de desempleo representan el 56% del total. Entre ellas, Madrid, Barcelona y Valencia por estrictas razones de dimensión, pero también Sevilla, Málaga y Cádiz, mientras que Granada, Córdoba y Jaén se incorporan a la lista cuando se amplía hasta quince, a pesar del tamaño relativamente reducido de sus economías. En este caso, el coeficiente de Gini refleja que la acusada concentración del desempleo en 2000 (0,490) se redujo durante el boom inmobiliario (0,478), aunque volvió a repuntar con la crisis (0,488).

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