Análisis

Gumersindo Ruiz

Los tres exorcistas de los precios

En este año y medio de pandemia se ha apuntalado el consumo en España gracias a las medidas de política económica del Gobierno, manteniendo empleo privado, público y rentas, lo que ha sostenido también el sector del turismo mediante gasto interno. Pero ha sido irregular la oferta de las empresas, con imprevisión en suministros, gestión de stocks, inversiones, incluso con problemas de personal en algunos lugares y sectores, como el del transporte. Esto estaría sin duda en la raíz de un poco probable problema de incremento continuo y generalizado de precios.

Los bancos centrales no consideran los precios de la energía y alimentos porque son volátiles, y así, el área del euro podría acabar 2021 con una subida anual del 2%, que sería 1% si la subida de la energía se considera temporal. España estará por encima, pero el razonamiento es similar. Lo malo es que no se trata sólo de la energía sino de varios productos y servicios, y no podemos estar quitando del índice todo lo que sube pensando que es transitorio; por ejemplo, el coste de un contenedor de 12 metros entre China y Europa ha pasado de una media de 2.000 dólares a 10.000, lo que afecta igualmente al coste de productos en nuestros comercios.

Hay tres exorcismos para la inflación, que como todo diablo sólo existe en forma de contrario y negación, en este caso de la recuperación económica. Uno es el del Banco Central Europeo (BCE), pero en contra de lo que se nos dice, no va a subir significativamente los tipos de interés; ahora cobra 0,5% por los depósitos, que es el mismo tipo negativo al que está nuestro Euríbor, y aun pasando de negativo a cero, seguiríamos en tipos absurdamente bajos. El BCE esperará al menos un año, pues subiendo tipos no arregla lo del suministro de energía o los contenedores, y mientras tanto su exorcismo será crear expectativas favorables sobre los precios. El otro exorcismo está en la traslación de precios. Hay una falsa lógica en que los mayores costes de producción se transmiten inevitablemente, pues depende de la capacidad para hacerlo; sectores con fuerte competencia como los supermercados, o el calzado o la ropa, tienen que ganar en eficiencia, reducir márgenes y mantener precios, para no asfixiar a proveedores o perder clientela. Dentro de este razonamiento las empresas se resisten a subidas en los convenios o a un incremento (ridículo) en el salario mínimo, y seguramente serían más flexibles si tuvieran expectativas de aumento de precios que absorbieran el incremento en sus costes medios. Esto es importantísimo, y nos dice que las empresas no esperan que la subida de precios se generalice y mantenga, por tanto, no se atreven a asumir compromisos salariales, y este es su exorcismo para quienes nos quieren meter en el cuerpo el demonio de la inflación.

Una subida moderada de precios (en el entorno del 2% al 3%) es buena, pues si es generalizada, y no en rentas, productos o servicios aislados, da alegría a la economía. Pero si no es así queda un tercer exorcismo en nuestra mano, como consumidores diligentes, evitando o sustituyendo productos y servicios cuyos precios suben, haciéndonos mentalmente fuertes frente a la publicidad, vigilando la tarjeta, y demorando o reduciendo compras no imprescindibles.

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