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Análisis

Fernando Faces Santelmo Business School

El fin de la década de tipos negativos

El lunes Christine Lagarde, presidenta del BCE, anunció el fin de las inyecciones de liquidez mediante compras de deuda neta (APP) en el próximo trimestre y dos subidas de tipos de interés del 0,25% en los meses de julio y septiembre, tras ocho años de tipos de interés negativos. Los bancos centrales cometieron el error de considerar que la inflación era pasajera. La realidad es que nos enfrentamos a una inflación de doble cara: Inflación de demanda y de costes. Christine Lagarde ha afirmado que la inflación de demanda está remitiendo. La persistencia de la inflación es atribuible al disparo de los costes de las empresas por el incremento de los precios de las materias primas y la energía, el encarecimiento del transporte y la ruptura de las cadenas de suministro (shock de oferta). Las empresas están procediendo a reestructurar las cadenas de suministro para hacerlas más seguras, mediante su acercamiento, renacionalización y diversificación. Lo cual implica más tiempo, más inversiones, más coste y mayores precios finales. Durante las últimas décadas el criterio ha sido producir en los países de menor coste. En el futuro la seguridad será la protagonista a cambio de un mayor coste reproducción y mayores precios finales.

La persistente y alta inflación está desacelerando la economía global y el temor a una próxima recesión con inflación (estanflación) se ha adueñado de los mercados financieros. La desaceleración se propaga por todo el mundo. El PIB de Estados Unidos ha caído en el primer trimestre de 2022. En la Eurozona la CE ha reducido la previsión de crecimiento hasta el 2,7%. En España el recrecimiento del 7% previsto en los PGE para 2022 se ha reducido hasta el 4%. Las próximas revisiones serán a la baja. En un escenario adverso de corte del suministro del gas de Rusia, Alemania, muy dependiente del gas ruso, puede entrar en recesión.

Los bancos centrales se encuentran atrapados y con poco margen de maniobra. El error de diagnóstico les ha llevado a retrasar sus actuaciones y ahora, ante persistencia de la inflación se ven obligados actuar con rapidez y contundencia en la retirada de liquidez y subida de tipos. Por otra parte, el aumento de tipos de interés y la restricción de liquidez no son medidas eficaces para limitar la escalada del precio de la energía y las materias primas y mucho menos para resolver la ruptura de las cadenas de suministro.

El gran riesgo que el BCE pretende evitar es que se produzcan los efectos de segunda ronda, la espiral precios-salarios. La traslación de costes a precios ya se está produciendo. El 45% de los bienes que componen la cesta del IPC ya han tenido un incremento de precios superior al 10%, y los de algunos bienes de primera necesidad superan el 20%. Para evitar la espiral precios-salarios, que enquistaría la inflación, el Banco de España insiste en la necesidad de un pacto de rentas qué límite el incremento de los salarios y los márgenes empresariales, y también de las pensiones. Los sindicatos no están por la labor y el Gobierno se ha comprometido a revalorizar las pensiones con el IPC. Mal vamos.

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