Análisis

José Ignacio Rufino

El futuro del joven andaluz

Parecemos ignorar que el principal problema socioeconómico de Andalucía es la incapacidad de absorber laboralmente nuevas generacionesEs aberrante llamar 'exportación' a que jóvenes preparados emigren: no son pepinos

El pasado jueves, entre los muros del formidable Hospital Real de Granada, tuvo lugar la entrega de los premios Andaluces del Futuro que organiza, desde hace diez años, esta casa editorial y Bankia, un banco emergente que ha mantenido este compromiso con la promoción y el reconocimiento de jóvenes talentosos y con éxito en la cultura, la ciencia, la empresa, la acción social y el deporte en Andalucía. Lo ha hecho en tres fases de su vida muy diferentes en esta última década: desde las vacas gordas de la economía española enladrillada y acreditada -vacas que en 2008 eran ya eran zombis: estaban listas, pero ellas no lo sabían-, a la travesía del desierto, el rescate y nacionalización del banco y, ahora, el crecimiento sostenido de la mano del muy prestigioso José Ignacio Goirigolzarri. Granada era el sitio adecuado: la fusión -así la llaman corporativamente- con BNM, antigua Caja de Granada, convierte de pronto a Bankia en el banco de referencia en esta provincia. No sabemos todavía si el Estado venderá su paquete de acciones ni cuándo, si Goiri volverá al BBVA de donde salió sin acabar de entenderse con Paco González… quién sabe si un retorno con Bankia entera bajo el brazo. El segundo y el cuarto banco del país, matrimoniados: sería el gran pelotazo bancario español del fin de la primera década del XXI. Sirva este hipotético retorno de Goirigolzarri como metáfora de un asunto de principal interés para el futuro social, demográfico, económico y empresarial andaluz. Andaluces del futuro, y futuro de los jóvenes andaluces. Que no es lo mismo.

Según el color del cristal con que se mire, la marcha de menores de 35 años de Andalucía hacia el extranjero para poder trabajar es, alternativamente, una desgracia 'estructural' o un éxito político. Descartemos lo segundo, por mucho que -esos asesores…- la presidenta Susana Díaz dijo, ufana y sacando pecho, no hace dos años que Andalucía "exportaba talento". No jóvenes parados y en muchos casos con títulos universitarios y en un grado u otro políglotas; no mano de obra barata para cubrir puestos de la sanidad, la construcción, las finanzas o la hostelería de países con rumbo y empleo no lograban captar entre sus propios paisanos ingleses, alemanes o franceses. No, decía Díaz dejándonos ojipláticos: "exportando talento"… como exportamos naranjas sevillanas, aguacates granadinos, chocos de Huelva, aceite cordobés o jiennense, hortalizas almerienses o carne malagueña. Con cotas de paro juvenil de alrededor del 50%, lo que nosotros exportamos es mano de obra. Emigrantes. En muchos casos -¿su hija o sobrino?-, sobradamente preparados. Con lo que eso cuesta en dinero público.

¿No es el caso de los premiados? No en apariencia, pero en el fondo sí. Un chico de Alcalá de los Gazules, ingeniero superior y con vis empresarial, que monta con éxito una startup digital en Francia -y crea, oh paradoja, treinta puestos de trabajo allí- es una gloria que da rabia. No los puede crear aquí. Un sevillano que es doctor en Medioambientales, que publica en Nature y Science y es un experto en cambio climático y suelos áridos -¿no es ese el futuro de Andalucía, bien mirado?- es también un orgullo para sus padres y su tierra… pero agridulce si su futuro y sus frutos los produce en Colorado o Australia. El círculo virtuoso de la emigración de talento joven debe cerrarse, y no neguemos que el "vuelve a casa vuelve" a trabajar se nos antoja una utopía. Invertimos y creamos capital humano para regalarlo a otros. El círculo virtuoso, sí: que salgan, se formen más y se hagan profesionales o empresarios… y vuelvan, ya maduros y en plenitud, a revertir su potencia creadora, social y económica aquí. No sé si nos damos cuenta suficiente del que es el mayor problema de nuestra tierra.

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