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Análisis

pILAR CERNUDA

Un gesto de generosidad

Rajoy es un patriota en el mejor sentido de la palabra y no quería este PSOE para gobernar

No se esperaba que lo anunciara ayer, aunque los que conocen bien a Mariano Rajoy estaban convencidos de que no sería candidato a la Presidencia del Gobierno. Convencidos desde antes de que perdiera la moción de censura; lo único que hizo fue adelantar una decisión que no había confesado a nadie, salvo quizás a Ana Pastor, su mejor amiga y la más discreta.

Los que lo conocen bien esperaban este gesto de generosidad de Rajoy, que creían que se iba a producir después de las autonómicas, municipales y europeas de mayo de 2019. Rajoy, no lo duda nadie, es un patriota en el mejor sentido de la palabra. Creía que este PSOE, éste, el de Pedro Sánchez, no era el mejor para gobernar España en este momento; su admiración por Albert Rivera es perfectamente descriptible, muy baja, y estaba convencido que sólo el PP era capaz de sacar adelante a España del atolladero catalán. Por tanto, no dudaría en tomar la decisión que considerara adecuada para contribuir a que el PP pudiera ganar las próximas elecciones.

Para que eso ocurriera, ganar las elecciones, era obligado relanzar el partido. Ahí es donde ha aplicado el patriotismo que le atribuyen los que lo conocen bien: era muy consciente del rechazo generalizado a su persona, superior al rechazo a las siglas PP, y no dudó en ceder el paso a alguien que tenga más posibilidades que él de poner al partido en primera línea de batalla.

Es la razón de que a los pocos minutos de conocerse la noticia de su retirada de la Presidencia, la palabra generosidad fuera pronunciada en Génova. Se va como un señor. Dando las gracias, insistiendo en que es del PP y siempre va a ser del PP y, lo que no hizo su antecesor, Aznar, deja en manos del partido la elección del sucesor. Nada de dedo todopoderoso con una Junta Directiva Nacional que ratificara el nombre señalado por ese dedo poderoso, sino que un congreso extraordinario decidirá quién es la persona más adecuada para capitanear un PP que, si se hacen las cosas bien, puede colocarse nuevamente en el mapa.

Rajoy era un impedimento para ganar espacio, lo que en cierto sentido es injusto porque recompuso una economía de imposible arreglo y puso a los independentistas contra las cuerdas, actitud firme que aprovecharon sus adversarios -incluso de dentro del partido- para presentarlo como un político falto de capacidad de diálogo. A ver qué hace Sánchez con el diálogo, a ver.

Quedará Rajoy todavía un tiempo al frente del partido, pero ha abierto la puerta para que otro ocupe su despacho. Ojalá su generosidad tenga reflejo en otros dirigentes del PP y actúen teniendo en cuenta los intereses generales en lugar de sus propias ambiciones. Ojalá porque, para desgracia del partido, lo que empiezan a adivinarse en el PP son rivalidades no resueltas que, como ocurre en esos casos, no solucionan nada sino todo lo contrario.

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