Análisis

luis carlos peris

Periodista

Nada menos que todo un hombre

Estaba mi amigo Enrique Osborne Isasi en la frontera de lo unamuniano, en la linde del nada menos que todo un hombre junto al sentido machadiano de bueno en el mejor sentido de la palabra. Se ha ido en demasiado poco tiempo, el que duró desde que me confirmase consternado que escribía, pero que lo que luego aparecía no era lo que había escrito, hasta que ha dicho adiós sin haber podido despedirse.

Como su querido hermano Eduardo, Enrique ha vivido sin vivir en sí mismo los últimos días de su vida. De una vida presidida por la generosidad y la bonhomía, por un desprendimiento que tuvo en Proyecto Hombre una de sus cumbres, en la entrega a su hermandad de los Panaderos, de la que era pilar indiscutible y ahora cuando me llega la noticia triste y esperada de su fallecimiento, la figura de Enrique me anega los adentros de una manera absolutamente insoportable.

Teníamos desde hace muchos años una cita tácita con un puñado de amigos y, desgraciadamente, dos de ellos ya no están con nosotros. El primero en decir adiós fue Anchoa, un ser irrepetible que perdió la batalla con el cáncer una tarde abrileña de hace casi dos años. Aquella pérdida la sintió Enrique casi de la misma manera que sufrió la de Eduardo. Una tertulia de sevillistas en la que un servidor sigue siendo acogido como uno de los suyos y en este horrible día esa media docena de amigos entrañables estamos unidos por el cordón umbilical de la amistad que no pide nada a cambio.

En los últimos tiempos, antes de que el drama se hiciese realidad, la vida de Enrique discurría entre Sevilla y su casa de Vistahermosa, un hogar aparentemente inacabado, ya que raro era que no le dedicase toda su atención para la enésima mejora. Enrique era profundamente religioso, pero enemigo furibundo del meapila y su Pregón se recuerda como una obra llena de hondura y exenta de hojarasca, Con Enrique Osborne se me va uno de esos amigos que no tienen sucesión y a mí se me rompe el alma sabiendo que ya no podré disfrutar de su conversación, de su conocimiento, de su sevillanía y verdad, una barbaridad de autenticidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios