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Análisis

José Ignacio Rufino

El intercambiode estampitas

El disputado voto del canario Quevedo ha obligado a reasignar 450 millones, de los cuales 330 van a Canarias: buen negocioRivera ha estado fino con los presupuestos: más que 'cupo', el vasco es un cuponazo

En estos días hemos asistido a la más descarnada realidad de la política con las negociaciones y acuerdos que necesita el Ejecutivo para sacar adelante sus presupuestos. Mejor dicho, los de todos, los Presupuestos del Estado, la única ley que se promulga cada año, con la excepción reciente de varios meses extra de bloqueo por la precariedad del reparto de escaños. Hemos de nuevo presenciado el del intercambio de estampitas entre el Gobierno de turno y los partidos que, sin tener muchos escaños y pensando en exclusiva en sus regiones, sacan una tajada desproporcionada. O lo que viene a ser lo mismo, reciben recursos que otros territorios podrían merecer más por tener mayores urgencias de infraestructuras o inversiones públicas que los bisagra. Sólo por que, sin sus contados votos en el Parlamento de Madrid, la ley que establece la previsión de ingresos y la distribución del gasto estatal no sale adelante. Son votos muy caros de comprar. Es lo que tiene la escasez en la economía: que eleva el precio.

Lo más tierno es ver cómo el vasco, catalán o canario -han existido otros a lo largo de la Transición- agraciado por el puzzle de las bancadas le hecha una reprimenda a la primera fila del Gobierno, en concreto al asiento que ocupa el ministro del ramo, Montoro. Una reprimenda con aire de padre prior, más falsa que un Judas de plástico, a veces con la manita condescendiente que se mueve -que te voy a dar trastrás, Cristobalito-, presumiendo de responsables, de tener un firme compromiso institucional o, más hilarante: que siguen jodidos, que somos los más solidarios y hasta los maltratados históricos. Es cierto y normal que un diputado tiene que mirar por sus votantes; son las reglas del juego. Ahora bien, estos tejemanejes con el pandero del Gobierno al aire, desesperado y abierto de brazos por unos pocos votos que le cuadren la votación, resultan algo pestosos.

Versión catalana (las comillas son literarias, no textuales): "Por nuestra mayor aportación y más deficitaria balanza fiscal, como gesto de buena voluntad ante una España que nos maltrata y no nos comprende, y hasta nos birla los billetes": pobres míos catalanistas, si no ahora en estos presupuestos, sí durante décadas en las que todavía no habían entregado su valiosísima esencia burguesa a los radicales más independentistas, tapando así la cloaca de la corrupción con seny.

Versión vasca, renovada en estos presupuestos: "Por nuestras singularidad, nuestra industrialidad y nuestra estructura económica tan diferente de la española como nuestra nariz y adn, que es la base de nuestra mayor prosperidad, contaminada por los vaivenes del Estado español y de una crisis que nos es ajena": pobre míos del PNV, como si la mayor prosperidad fuera genética y no estuviera íntimamente ligada a una tratamiento fiscal chollo e irracionalmente privilegiado (acertado Rivera, de ciudadanos ha llamado al cupo, cuponazo).

Versión canaria: "Por nuestra insularidad geográficamente perdedora, por el tradicional desapego del Gobierno central". En este caso, tienen mayor razón; es una comunidad estancada... y al menos no llama ladrones ni infraeficientes económica a los demás españoles. En sus enmiendas, a cambio de un voto, el disputado voto del diputado Quevedo, Nueva Canarias exige 450 millones. De los cuales, claro, 330 son para las islas.

Han existido, decimos, otras bisagras que ganaron un extra para el terruño a cambio de apoyar los presupuestos, porque, no se desestime el dato, la oposición del PP o el PSOE, por sistema -casi siempre-, ha ido en contra de quien gobernada de turno. Y su No, más o menos de paripé y para que no se diga, sale caro y provoca claras asimetrías, que diría un cursi al uso. Haciendo el caldo gordo a los periféricos que van -diría José Mota- "al merme".

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