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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El juglar incansable

El premio Nobel de Literatura imprimirá en mayo a la primavera sevillana un signo de distinción, y la ciudad añadirá a los festejos propios de la temporada el que será, sin duda, el hito del año. Porque el concierto del autor de Like a rolling stone en Sevilla -también en otras ciudades españolas- ofrece al fan (¿queda por ahí algún neófito?) una oportunidad más de ver y escuchar al juglar incansable, el hombre que a sus 77 años se sigue subiendo a los escenarios porque es la razón de su existencia.

No se entiende ya a Dylan lejos de la tablas. Emprendió un día una gira interminable que tiene ya todas las trazas de una ruta eterna. Si hay un músico que encarna como ningún otro el lema beat de En el camino es el de Duluth. No hay parones largos en su trayectoria. Dylan se aburre soberanamente cuando no está en la carretera. Nadie como él ha sido fiel a la tradición del juglar que recorre las ciudades, los pueblos y los campos relatando a través de sus canciones y de su música el paso del hombre por este mundo, la vida y la muerte, el amor y su reverso, el odio y la soledad. Y todo ello atendiendo y preconizando los cambios sociales del tiempo turbulento que le ha tocado vivir.

Destilado ahora por el tamiz del tiempo, Dylan se muestra desde hace años más íntimo. Resaltar que el repertorio que ofrece en sus bolos es más clásico no es un lugar común. Tiene el sabor de whiskey añejo. Cuando no son sus propias perlas, las gemas que reparte fueron talladas por orfebres como Frank Sinatra o Sarah Vaughan.

Casi todo el siglo XX está en las estrofas de Bob Dylan. Y asistir a uno de sus conciertos es una de esas experiencias que deberían entrar en esos catálogos del tipo Diez Cosas que Debería Hacer Usted antes de Morir. Quedó patente la Semana Santa pasada en Madrid. Tener la oportunidad de verlo sobre el escenario ataviado como un cowboy crepuscular, a la guitarra y al piano, confirmó que la expectación que arrastra no tiene nada que ver con la publicidad ni con el marketing.

Un concierto de Bob Dylan puede ser distinto, pero jamás un fraude. Aquella, con que sólo hubiera cantado Rainy Day Women -que lo hizo, ¡y cómo!- habría sido más que suficiente.

Compruébenlo en Fibes el 3 de mayo. 

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