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Análisis

rogelio rodríguez

En manos de una política sin crédito

Los tratados de Schengen y Maastricht son política y la nuestra es piltrafa; dentro y fuera

El Partido Popular tiene en la mano la hoz que le ha impuesto Ciudadanos y Cristina Cifuentes es un manojo de espigas. "Nadie está por encima del partido", le ha dicho Maíllo, coordinador general del PP, que es como decir: recoja sus cosas y cierre la puerta por fuera. Para los populares, todo es relativo menos la pérdida de poder, y Ciudadanos los salva de la quema con condiciones que el personal corea. Hoy por ti y mañana por mí. A la formación naranja le sobran hoces; al PP, fajos de espigones polvorientos; al Gobierno, soberbia y desidia, y al pueblo estafado, motivos de preocupación. El partido de Rivera hace caja en la debacle conservadora y sabe que a su izquierda tampoco están limpios los trigos.

La nueva izquierda carece de credenciales fiables. El PSOE partido de Sánchez inhumó su patrimonio, sólo es creíble para la militancia, y los radicales de Podemos ejercitan la vil confrontación contra el sistema democrático en el que cohabitan. La Constitución es la casa de la democracia y C's se emplea en los fogones que unos abandonaron y otros pretenden destruir. Derecha e izquierda han incentivado el descrédito institucional y el desafecto ciudadano y durante años han amamantado a las criaturas del hasta ahora contenido nacionalismo secesionista. La mediocridad causó desaliento; la incapacidad, desencanto, y la corrupción, enojo. Y, encima, ni se regeneran ni escarmientan. Entregan sus cadáveres a la Justicia y fían su suerte al voto cautivo. A la España machadiana de cabeza cana se le han agotado los sueños.

"La culpabilidad, la vergüenza y el miedo son los móviles inmediatos del engaño", escribió el acreditado psicólogo Daniel Goleman en su libro El punto ciego. Culpa, indecencia y espanto. "Contra eso vengo yo", parece decir el joven Rivera, al frente de una nave que recala en todos los puertos en los que atisba algún beneficio. Manda sin aún gobernar, que es un indicio de capacidad, ambición y oportunismo, y mientras el presidente Rajoy actúa como un girasol entoldado ante la internacionalización política y judicial de la asonada catalana y frente a los casos de corrupción económica y ética en su partido, Rivera se erige en paladín del saneamiento institucional e Inés Arrimadas despliega en Bruselas su eficacia mediática.

Ciudadanos juega su partida, pero la defensa de la dignidad española corresponde al Gobierno. Y el Ejecutivo no ha divulgado por Europa la enorme gravedad de lo ocurrido en Cataluña, ni ha recordado a las autoridades alemanas que, por ejemplo, su propio ordenamiento legaliza la violencia cuando se trata de defender su Estado democrático. ¿Cómo se explica que, según una encuesta del reconocido diario conservador Die Welt, el 51% de los alemanes rechace la extradición de Puigdemont? ¿Ha preguntado Rajoy a la canciller Merkel cómo reaccionaría Alemania si España diera cobijo al jefe de uno de sus estados federados acusado de rebelión? La Justicia tiene sus cauces, pero los tratados de Schengen y Maastricht son política, y nuestra política es pura piltrafa. Dentro y fuera.

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