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Análisis

Santiago Carbó Valverde

Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y Director de Estudios Financieros de Funcas

No es momento para la euforia

Es preferible estar en el lado de los países que han resistido mejor las abundantes vicisitudes geopolíticas y económicas de los últimos dos años, pero no caben complacencias

No es momento para la euforia

No es momento para la euforia

EN las últimas semanas hemos sido testigos de varios elogios –alguno directamente al propio presidente del Gobierno español– desde fuentes financieras internacionales reputadas (Foro de Davos, la revista británica The Economist) al comportamiento de la economía de nuestro país en el último año. Con cierto fundamento. El PIB –como este viernes se confirmó– ha crecido el 5,5%, algo más de lo que se esperaba hace unos meses. Los datos anunciados el jueves del cuarto trimestre de la EPA muestran que el empleo ha resistido razonablemente bien hasta ahora, a pesar de la incertidumbre, la elevada inflación y la subida de tipos de interés. El crecimiento de los precios se ha aminorado en los últimos meses, significativamente más que en nuestros socios de la Eurozona. Esto ha supuesto más halagos al 2022 de la economía española. Las numerosas medidas aprobadas han ayudado a esa “resiliencia”. 

Es mucho mejor estar en el lado de los países que han resistido mejor hasta la fecha las abundantes vicisitudes geopolíticas y económicas de los últimos dos años. Sin embargo, no caben complacencias. Mucho menos desatar un sentimiento de euforia. 2023 viene cargado de dificultades y desafíos de consideración. Por ejemplo, la evolución de la inflación subyacente en España y en otras latitudes es una fuente de preocupación creciente. En la Eurozona parece garantizar nuevas subidas de tipos de interés por parte del BCE. Se confía que el “atornillamiento” financiero de la retirada de liquidez e incremento de los costes financieros ayuden a “enfriar” la fiebre de los precios. El principal riesgo de esta estrategia monetaria restrictiva es que no se logre bajar la inflación y encima, se pueda llegar a una desaceleración más dura de la prevista, con, incluso, posibilidad de recesión. En Estados Unidos parecen convencidos de ello. La Reserva Federal parece que levantará el pie del acelerador y solamente subirá 0,25% los tipos en cada una de sus dos próximas reuniones. En Europa, lo vemos más lejos, porque el BCE –que empezó más tarde con las retiradas de liquidez– aparentemente va a seguir con subidas significativas –de 0,50%– en las dos próximas reuniones. Algún lastre dejará sobre la actividad económica. Por ello, la percepción de hoy puede ser muy distinta a la de la próxima primavera en la que el “enfriamiento” de la economía europea puede estar una fase más avanzada tras las nuevas dosis de encarecimiento de los intereses. En la Eurozona es aún un proceso en marcha y bastante menos previsible –a diferencia de Estados Unidos–, por lo que habrá que estar muy atento a los próximos meses donde los pronósticos pueden endurecerse en el viejo Continente, sobre todo, si se recrudece la guerra de Ucrania, algo nada descartable. Las últimas decisiones geoestratégicas –envío de tanques– de los países de la OTAN pueden llevar a una escalada bélica. Un recrudecimiento del conflicto puede hacer repuntar la inflación. 

A escala doméstica, 2023 volverá ser un ejercicio de temor a una espiral entre precios y salarios –sobre todo si se sigue perdiendo poder adquisitivo– por lo que el término “pacto de rentas” (un marco más estable y de confianza para las remuneraciones de los próximos años) volverá a ponerse encima de la mesa. Con una dificultad adicional, quizás insalvable: un año electoral no suele ser de grandes acuerdos ni consensos. Lo hemos visto con el inexplicable aumento de las pensiones, nada alineado con el resto de remuneraciones. Por otro lado, en los próximos meses se retornará al debate del papel de la política fiscal para combatir la inflación. La actual puede “diluir” parte de los efectos de la estrategia monetaria frente a los precios. En otras latitudes (como Estados Unidos) ya se habla de una espiral entre subsidios y precios. Las ayudas del gobierno deben centrarse exclusivamente en las familias y empresas más vulnerables. Algún paso se ha dado en esa dirección, pero existen “alivios” (rebajas del IVA) que son para todos, independientemente de su nivel de renta. 

Entrando en la economía productiva, nuestro país tiene un gran desafío en los próximos años. Pasar de “evitar una recesión” –que está por ver, a la luz de la comentada política futura del BCE– a tener un nuevo ciclo de crecimiento significativo, que refuerce productividad y niveles de renta real, va a costar más de los que muchos esperan. Primero, por la gran incertidumbre reinante a escala global y la falta de enfoque en la economía en el debate político. Sorprende la falta de apetito político para un debate en profundidad –y posibilidad de crear grandes consensos– sobre las necesarias reformas que aumentarían el bienestar de las actuales y futuras generaciones. La política nacional está llena de debates estériles y superficiales. Y lo terminaremos pagando todos. Afortunadamente, hay buenas noticias en el ámbito de empresas competitivas: han reforzado su presencia en el mundo, como demuestra el crecimiento de la cuota en el comercio global. Es un buen punto de partida para acometer las reformas pendientes, que lograrían un sector productivo aún más competitivo. 

Por último, en gran parte esa mayor resiliencia de la economía española –la que proviene de medidas y ayudas públicas– se ha financiado con deuda pública. Por lo que la mayor resistencia actual puede dar lugar a una menor en el futuro, si el problema de la deuda pública y el déficit actual no se corrigen. Es muy importante volver cuanto antes a una senda fiscal creíble, más aún, cuando el BCE está retirando liquidez y soporte a los bonos soberanos. La sostenibilidad de las cuentas públicas es otro reto de primera magnitud. Muchos retos de calado como para poder lanzar las campanas al vuelo por la mayor “resistencia” que la economía española ha mostrado en 2022. 

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