En el último informe sobre los objetivos de desarrollo sostenible, Naciones Unidas reconocía avances desde su puesta en marcha en 2015 en materia de acceso a la salud y a la electricidad y en derechos de la mujer, pero advertía de retrocesos en seguridad alimentaria, medio ambiente y desigualdad y del golpe mortal dado por el Covid19. Por primera vez en lo que va de siglo aumenta (en 71 millones) el número de personas en situación de extrema pobreza, mientras que el aumento del desempleo se está traduciendo en aceptación de mayor riesgo en condiciones de trabajo y explotación infantil. Si es cierto que los 1.600 millones de empleos que se estiman en economía sumergida pueden verse afectados, entonces podríamos estar perfectamente hablando de cerca de la mitad de la población mundial.

Afortunadamente también aparecen, de vez en cuando, noticias con pinceladas en positivo. La iniciativa Covax acaba de informar de la distribución de 234 millones de dosis de la vacuna AZ-Oxford y de 1,2 millones de Pfizer BT a 142 países que tendrían dificultades para acceder a ellas, si no es en el marco de una iniciativa como la promovida por la coalición entre Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras organizaciones solidarias. Son insuficientes, pero hay que insistir porque "nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos", como dicen en la ONU para apoyarla, conscientes de que la complejidad del reto.

Hace ya casi un año de la reunión entre los máximos dirigentes de la OMS, FAO (Organización para Alimentación y Agricultura) y OMC (Organización Mundial para el Comercio) para advertir de las consecuencias para millones de personas en todo el mundo(deterioro de alimentos perecederos, obstáculos a la exportación, exceso de celo en seguridad alimentaria o aumento en los precios) de romper la cadena de suministros de alimentos, por las restricciones al comercio con el fin de reducir el riesgo de contagio.

Un problema añadido es el de la corrupción. El informe para 2020 de Transparency International (TI) se inicia señalando que "la corrupción está socavando los sistemas sanitarios y contribuyendo al retroceso democrático en plena pandemia" y su presidenta es todavía más contundente cuando afirma que "el Covid 19 no es sólo una crisis sanitaria y económica: es una crisis de corrupción". La corrupción y la incapacidad para afrontar la pandemia con eficacia van de la mano, pero incluso los mejor posicionados en el ranking deben hacer autocrítica por sus devaneos con la corrupción durante la crisis, "tanto dentro como fuera de sus países".

La defensa del interés nacional en unos países suele tener consecuencias adversas para la salud de los más desfavorecidos en otros. Un caso particular es el de las sanciones económicas y comerciales porque contribuyen a hundir todavía más el sistema de salud entre los sancionados. Las victimas vuelven a ser los de siempre, mientras que los líderes políticos y responsables finales de los motivos de las sanciones suelen escapar indemnes. También Naciones Unidas pide su suspensión temporal por motivos humanitarios y porque no se puede continuar mirando hacia otro lado frente a determinadas situaciones.

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