Tienen fama los catalanes de moverse en función de "la pela", pero es fama malévola: no hay nadie en el mundo, excepto los santos, que no den importancia a un salario que les garantice una estabilidad económica y una seguridad de futuro para ellos mismos y para sus familias.

Un ejemplo de esa actitud, de esa inquietud por la economía, la conocen bien los políticos: son multitud los profesionales que rechazan ser candidatos a algo, incluso a ministros, porque ganarían mucho menos que ejerciendo su profesión, y además cierran puertas a sus allegados; por no hablar de que hoy la política es una carrera de alto riesgo, porque la crítica exacerbada y la posibilidad de que falle un colaborar puede hundir a cualquiera.

Los independentistas catalanes que han ganado escaño están mostrando más interés por su situación económica que por sus problemas judiciales. Los cuatro que acompañan a Puigdemont en su fuga, a los que presionan para que dejen su escaño y dejen correr la lista de forma que no se pierda la mayoría absoluta, han expresado su disposición a dejar el asiento, pero no se quieren quedar en la calle.

El primero ha sido Carles Mundó. Él está en España y su nombre se barajaba para todo lo bueno, presidente del Parlament incluido, pero deja la política por razones personales. No es difícil adivinar que entre ellas está el hartazgo ante una situación que lo supera, con tensiones que pueden afectar seriamente a su salud, aunque también habrá tenido en cuenta que el escenario es preocupante, con dirigentes fugados y los jueces empeñados en usar con los políticos el mismo rasero que con otros personajes que delinquen. Más un reglamento parlamentario que obliga a votar en persona y por tanto provoca tensiones en JxCat y ERC de difícil salida. Así que Mundó ha hecho mutis por el foro y regresa a la abogacía.

Los principios están muy bien siempre, pero cuando de ellos depende la cartera... lo habitual es buscar otros horizontes.

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