Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

De peor (mayo) a mucho peor (noviembre)

Me encantaría poder contar que las cosas, desde el sombrío informe de mayo sobre la estabilidad financiera de la zona euro, han mejorado, pero el de noviembre, publicado esta semana, es todavía más negro. Las condiciones económicas y financieras se han deteriorado aún más, incrementándose los riesgos. Vayamos por partes.

Los Estados, con las perspectivas de menor crecimiento y el apoyo fiscal continuo para amortiguar el impacto de los precios más altos, se han vuelto más vulnerables. El incremento generalizado de los costes de la deuda soberana tampoco ayuda y persisten las preocupaciones de que se disparen en los países más endeudados, aunque, de momento, el escudo protector del BCE (el ITP) está funcionando por el mero hecho de existir, sin necesidad de activarlo. El informe advierte a los gobiernos del menor espacio fiscal y de que apoyen sólo a los realmente necesitados, para no entorpecer la lucha contra la inflación.

Por su parte, las empresas de la zona del euro se enfrentan a un panorama de alta inflación, a una economía con riesgo de recesión y con unas condiciones financieras más adversas. Las de mayor debilidad son aquellas muy endeudadas y las que requieren un uso intensivo de energía. Muchas pueden enfrentarse a crecientes problemas para atender los compromisos derivados de sus deudas.

Las perspectivas también han empeorado para las familias: la elevada inflación y unos tipos de interés más elevados están lastrando la renta disponible, afectando de manera exagerada a los hogares de menores ingresos, que gastan una mayor proporción de sus ingresos en alimentos y energía. Al igual que con las empresas, se acrecienta la probabilidad de que las familias no puedan hacer frente a sus deudas.

Los bancos, en los que la evolución de la rentabilidad se ha mantenido favorable, gracias a las subidas tipos de interés, ven aparecer riesgos a medio plazo. Como ya se ha señalado, es posible que se produzca un aumento de la morosidad de empresas y familias. Además, se añaden dos circunstancias: que tendrán menos volumen de negocio a medida que se deteriore la economía y que también a ellos se les incrementan los costes de financiación. En cuanto a los fondos de inversión, que experimentaron salidas manejables tras la invasión, siguen estando muy expuestos a nuevas correcciones del mercado, dado el alto riesgo de duración, crédito y liquidez que soportan.

Lo peor es que todas estas vulnerabilidades podrían materializarse simultáneamente e incluso reforzarse entre sí. Además, pueden originarse turbulencias por tensiones en China, por inestabilidades en los mercados emergentes o por posibles escaladas de los riesgos geopolíticos. De ahí, como están los mercados, que han visto reducir los precios de los activos notablemente en 2022, siguen sometidos a una volatilidad altísima y pueden sufrir ajustes abruptos: lo que ha pasado en el Reino Unido puede suceder también en la Eurozona. Cualquiera de los riesgos mencionados agudizados, u otros no esperados, pueden ser detonantes de una crisis financiera. Los inversores pueden entrar en pánico, claudicar aceptando las pérdidas actuales, y entregarse a vender, precipitándolo todo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios