Con la llegada de 2020 celebramos los diez años de TVE sin publicidad. Un día sí y otro también me pregunto si los espectadores somos conscientes de lo afortunados que somos. Me temo que no. Basta con echar un vistazo a las audiencias para constatar cómo los cortes publicitarios no condicionan el consumo televisivo.

El duopolio formado por Atresmedia y Mediaset celebra sus cuentas de resultados al tener garantizada la mayor parte de la tarta publicitaria, en detrimento del resto de canales. Pero ¿y en RTVE, son conscientes del privilegio que supone mantener cinco canales de televisión, tantas emisoras de radio y una web potentísima sin las molestas interrupciones publicitarias? En TVE, desde luego, parece que no, a juzgar por la preocupación con la que miran las audiencias, lo que les condiciona el modo de producir y de programar, que es similar al de hace diez años. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que La 1 caiga en la cuenta de que las cifras de audiencia siempre son sospechosas? ¿Qué superior será capaz de explicar a quienes todavía están por encima de él que, visto lo visto, en la televisión actual, cuanto peor, mejor, que la apuesta por la calidad tiene un precio, y que de una vez por todas habrá que olvidarse del dichoso share?

Sostienen quienes tanto sufren por que la cuota de pantalla en La 1 no baje de los dos dígitos que una televisión pública sin grandes audiencias perderá relevancia social, y con ello, su razón de existir. Cuando sucede todo lo contrario. Nadie sensato cuestionaría la continuidad de Radio Clásica, Radio 3 o La 2. Ojalá con La 1 ocurriese lo mismo. Y llegase el día en que su incontestable calidad primase sobre cualquier cifra de audiencia. Y han pasado diez años…

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