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En un trabajo para Mckinsey&Company, De Clerq, Papalambros y Siberzahn califican de epidemia la falta de sueño, pues afecta al 45% de la población; utilizan muestras de seguimiento del sueño mediante relojes y aparatos, que junto con la tecnología para facilitar el sueño supone un negocio de 17.000 millones de dólares. El 37% de las patentes son de detección, 30% para producir o finalizar el sueño, 17%, medicamento, y el resto para ronquidos, electroterapias y otros. El coste económico de los desórdenes del sueño se calcula para cinco países avanzados en 680.000 millones de dólares, y para tres en 16,5 millones de horas de trabajo perdidas. El coste de productividad está entre 1.300 y 3.000 dólares por trabajador, lo que hace este asunto importantísimo para la empresa en su gestión de horarios, turnos, desplazamientos y el trabajo a distancia, por no hablar de errores y accidentes. Mi confianza en estos datos es limitada, pero hay aquí un argumento poderoso contra la justificación del ruido producido por actividades de ocio por los ingresos que genera, pues si se descuentan los costes que provoca por privación de sueño, da la razón a las campañas para la eliminación del ruido, de cualquier tipo y a cualquier hora.

Influyen en el sueño factores patológicos, dolor, medicación, temperatura, laborales, preocupaciones, niños pequeños, comida, ejercicio, pantallas de aparatos. Y también la vida social; Foster y Kreitzman, de Oxford, lo explican en su librito sobre ritmos circadianos (el ciclo de 24 horas que todo lo gobierna), pues el sueño es el ciclo más obvio de este ritmo; sabemos que a las 21h comienza a descargarse melatonina (que coincide, pero no causa el sueño) y termina a las 7,30h, y la reparación del tejido cerebral y profundidad del sueño se da entre las 24h y las 4h, con lo que para dormir, de 8 a 9 horas, es ideal entre las 22h y las 7h. Romper este ciclo causa fluctuación emocional, depresión y psicosis, irritabilidad, falta de empatía, frustración, impulsos hacia el riesgo y malas decisiones, uso de estimulantes o sedativos, y un proceso de disociación mental.

La gran exposición sobre Goya de la Fundación Bayeler coincide con la sentencia que da al Estado la propiedad de los dos cuadros de Goya que tiene Altadis, y que estuvieron en la Fábrica de Tabacos de Sevilla, ciudad a la que deberían volver, reforzando su magnífico Museo de Bellas Artes. En uno de los trabajos más enigmáticos de Goya: "El sueño de la razón produce monstruos", un joven dormido se ve perturbado por animales nocturnos inquietantes. Una interpretación frecuente es que cuando la razón se abandona y se duerme, surgen los monstruos de la ignorancia; pero, por otra parte, la liberación del control de la razón es una fuente inagotable de creación, artística y científica, y de soluciones a problemas con los que nos dormimos y que vemos al despertar. Una ficha de la Fundación Goya, de Aragón, sobre este aguafuerte, recoge cómo a Francisco de Quevedo se le ocurrió una de sus comedias: "Me quedé dormido -dice-: luego que desembarazada el alma se vio ociosa sin la tarea de los sentidos exteriores, me embistió de esta manera la comedia siguiente, y así la recitaron mis potencias a obscuras, siendo yo para mis fantasías auditorio y teatro".

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