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Crónica Personal

La santa paciencia de Felipe VI

Leal. El Rey ha puesto todo de su parte para desbloquear una situación que parecía no tener salida, la relativa a la vuelta de su padre, pese a la oposición de muchos, incluido Sánchez

Felipe VI, en Santiago de Chile.

Felipe VI, en Santiago de Chile. / Alberto Valdés / Efe

Sólo alguien que desde que levanta un palmo del suelo ha sido educado para ejercer la Jefatura del Estado puede aguantar la carga que lleva Felipe VI sobre sus hombros. Cuenta con muchos privilegios, muchísimos, pero son incontables las obligaciones, deberes y dificultades que está obligado a asumir y aceptar, porque así lo marca una Constitución de la que no se aleja ni un milímetro aunque desde el Gobierno se la saltan cuando les conviene. Y encima, incluso le exigen que responda de buen grado, con una sonrisa si puede, a las dificultades que se le presentan.

Sin duda, los problemas familiares son los que más le afectan. Las relaciones extramatrimoniales de su padre y el dolor de su madre han sido un peso que lo acompaña desde su adolescencia, por no mencionar las noticias sobre los dineros de don Juan Carlos y sus problemas con Hacienda por esas cantidades no declaradas o con un origen dudoso. A ello se suma la situación de la infanta Cristina, con la que se vio obligado a cortar lazos por el apoyo inamovible a su marido acusado y condenado por infringir la ley.

La familia del Rey hoy está rota, su padre en Abu Dabi y su madre en La Zarzuela, con algún viaje esporádico a Grecia, donde vive su hermano Constantino con la salud muy quebrada. La relación de don Felipe con sus hermanas es inexistente y también ha cortado la relación con algunos amigos. Las mantiene, muy fluidas, con compañeros militares, con los que se reúne casi todos los meses. Con el Rey Juan Carlos... los últimos días se han producido acontecimientos importantes en ese terreno.

El Ejecutivo de Pedro Sánchez, cada vez que se le preguntaba por el regreso del Emérito, respondía que era una decisión que competía exclusivamente a la Casa Real, a padre e hijo. No era cierto, ni lo ha sido nunca. Siempre explicaron que fue don Juan Carlos quien decidió irse y en Podemos se pronunciaba la palabra "huido", cuando está constatado que la entonces vivepresidenta Carmen Calvo le trasladó a Jaime Alfonsín, Jefe de la Casa de S. M. el Rey, que era deseo del Gobierno que abandonara España mientras se aclaraba su situación. Lo único que eligió el Emérito fue su destino, Abu Dabi, previo acuerdo con el jeque Zayed al Nahayan, amigo personal, con el que mantenía un trato casi familiar. Los instaló en un lujoso hotel y después en una villa igualmente lujosa situada en una isla mínima en la que la privacidad y la seguridad estaban garantizadas.

Entre España y Abu Dabi

El deseo de don Juan Carlos de regresar y sus intentos de pasar aquí las dos últimas navidades son conocidos, pero el Rey –y en eso sí estaba de acuerdo el Gobierno– no lo veía conveniente mientras tuviera causas pendientes y no se conociera el resultado de las investigaciones. A medida que aparecían noticias sobre supuestas operaciones económicas, sus dos regularizaciones con Hacienda, se conocía que los fiscales habían decidido el archivo de la causa porque no existían pruebas sobre presuntos delitos, otros habían prescrito o bien estaban afectados por la inviolabilidad del Rey.

El archivo, sin embargo, se iba aplazando y don Juan Carlos empezó a barajar la idea de quedarse en Abu Dabi acogido por el jeque, pero quería que se le diera la posibilidad de viajar a España. Tenía claro que no se le iba a permitir residir en La Zarzuela, como tampoco alojarse en ninguna vivienda de Patrimonio del Estado. Pero, no le faltarían propuestas de amigos, aunque ha perdido muchos y han aparecido otros que le han ofrecido lo que más necesitaba: apoyo emocional.

La operación de anunciar la nueva situación de don Juan Carlos la preparó minuciosamente la Casa Real, con el visto bueno del Gobierno. Tuvieron un papel fundamental el abogado Javier Sánchez Junco y el general Sanz Roldán, clave en estos meses: ha mantenido numerosas entrevistas con Jaime Alfonsín, alguna con Felipe VI, y ha viajado casi todos los meses a Abu Dabi.

Era importante la fórmula con la que anunciar la decisión y que se cumpliera el deseo de los dos reyes, que el comunicado recogiera que era don Juan Carlos quien quería continuar en Abu Dabi. Por eso importaba la redacción.

La carta fue escrita por varias manos, aunque fue Sanz Roldán el que marcó las líneas esenciales del texto, al que también aportaron Alfonsín y el Emérito. Una misiva muy medida, dura para don Juan Carlos porque algún párrafo puede considerarse humillante para él, pero impecable en el tono. Una vez redactada se mostró al Gobierno, que no presentó ninguna queja. Por eso sorprende que Sánchez declarara que "lo conocido (sobre las cuestiones dinerarias del Rey Juan Carlos) no es de recibo".

Oportunismo de Podemos

Lo conocido ya lo recoge el informe de la Fiscalía, que archiva las causa pero que a lo largo de más de 70 folios recoge todos los asuntos investigados y explica cuáles están prescritos o borrados por la inviolabilidad del Jefe del Estado. Este asunto irrita sobremanera a Podemos, que sin embargo ve lógico que los altos cargos, diputados y senadores, y miembros de las instituciones del Estado, tengan ventajas como que sólo pueden ser juzgados con un suplicatorio previo, y no por el tribunal que les correspondería, sino por el Supremo.

Felipe VI, además de sufrir en lo personal por cuestiones relacionadas con su familia, está en una situación que en muchas ocasiones es desconcertante. Cumple fielmente la Constitución y respeta a todos aquellos que han sido elegidos por los españoles, aunque no la respeten como hace él mismo. Sánchez ha permitido que, en su presencia, socios de su Gobierno se salten el protocolo para expresar públicamente su animadversión al Jefe del Estado, y él mismo le ha impedido que participe en actos en los que está prevista la presencia del Rey, o le coloca en situaciones incómodas que pocos jefes de Estado, de repúblicas y monarquía, soportarían. No por motivos personales sino porque las Constituciones regulan sus atribuciones y también la forma en que deben ser tratados. Desde que Sánchez gobierna con Podemos han sido innumerables las incorrecciones que ha permitido o que él mismo ha protagonizado.

Esta semana, Irene Montero se ha empeñado en sumarse a la delegación oficial del Rey para acudir a la toma de posesión del nuevo presidente chileno. En cuanto conoció la noticia, la vicepresidenta Yolanda Díaz pidió o exigió formar parte de esa delegación oficial y viajar en el avión del Rey, como Montero. Eso sí, con programas distintos en Santiago.

Una actitud que no admitiría ningún presidente de ninguna república, que diría a los ministros que ese tipo de actos están regulados internacionalmente. Van quienes tienen que ir, puede haber invitados ocasionales, pero ninguno cometería la descortesía de aprovechar el avión pero desmarcándose del Jefe del Estado.

Esta semana don Felipe ha protagonizado una excelente noticia, que pone cierto sosiego en lo concerniente a la situación de su padre, le permite viajar a España y mantener su vida segura en un lugar donde se le quiere y se le trata bien. El Rey ha tragado mucho y ha puesto todo de su parte para, con paciencia, desbloquear una situación que parecía no tener salida. Pero ni siquiera eso valora la izquierda recalcitrante. Ni el presidente de Gobierno.

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