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Análisis

José Ignacio Rufino

El sobresueldo de Coronado peligra

Las apuestas deportivas están provocando la ruina de muchos hogares y, encima, la tributación de las operadoras no está clara Italia prohíbe la publicidad de las apuestas para parar el "boom" de la adicción

Aunque con la discrepancia de algunos amables lectores, suelo afirmar aquí que ese país de anarquía institucional y, aun así, novena potencia industrial del mundo llamado Italia marca desde antiguo una estela legislativa -y quizá de costumbres; no hablemos de diseño y atuendo- a otros países como España, aunque hay excepciones algo, digamos, resonantes, como la ley del matrimonio homosexual. Esta semana hemos tenido otra prueba de esto: el Consejo de Ministros -allí todavía no se añade "y Ministras" a la denominación del Gabinete- italiano ha aprobado la prohibición desde 2019 de la publicidad de las empresas de apuestas, casi en su totalidad online. Es una medida cuya lógica es aplastante. Y que merece ser considerada no sólo a la luz de la prevención de la adicción y el vicio, sino en otros flecos o extensiones prácticas del asunto.

Hablemos de vicio. Las legislaciones en lo que llamamos países desarrollados han proscrito la publicidad del tabaco y el alcohol de alta graduación, y por supuesto la de otras drogas ilegales, cuya publicidad bien pudiera ser la propia prohibición (pero éstos son otros López). Lo cual ha supuesto una merma muy considerable en los ingresos públicos, por los impuestos, y también en los de muchas compañías privadas, cuyas inserciones de anuncios eran una nutritiva fuente en el haber de sus cuentas de explotación. Lo que subyace en la voluntad del legislador es proteger a los cientos de miles de adictos, veteranos, desavisados o proyectos de ello: los niños entran, y eso es estupendo, en cafeterías sin humos… en las que sí hay maquinitas de tintineos lumínicos y reclamos auditivos que para ellos son irresistibles. Hay cantera.

Ahora la protección se extiende al vicio emergente, el juego, que crece como una hidra corrosiva de hogares y personalidades de la mano de internet. Me cuenta una amiga bancaria que multitud de créditos por descubiertos en cuenta o por agotamiento de las tarjetas se deben a las pérdidas del juego (obvio es: la inmensa mayoría pierde con este y cualquier otro abuso adictivo para las conexiones del placer cerebral). El banco tira para adelante y mete mil euritos más en sus objetivos de sucursal: no son los psicólogos del desgraciado.

Los jóvenes, de la mano del fútbol, comienzan con una vaquita entre cuatro colegas para apostar veinte euritos. Puede ser el comienzo de un camino de autodestrucción; no siempre: hay personalidades adictivas y otras más resistentes, según se dice. Pero los hechos son contundentes. Italia anima a la UE a que siga su ejemplo.

Y después está el fútbol, estrella donde las haya en el mundo de las apuestas a tiro de clic del XXI. La empresa prototípica que opera en este "subsector" en España es inglesa y con sede en Gibraltar, o sea, una empresa que emplea poco y cuyos réditos económicos -no digamos los sociales, que son todo menos réditos- cabe dudar que den gloria en este país. Porque esa es otra arista importantísima: la tributación por los ingentes ingresos de las casas de apuestas es difusa, difícil de trazar, un trasunto futbolero y de azar de la llamada "Tasa Google". El fútbol, o mejor, el negocio del fútbol se verá seriamente afectado.

En Italia, la liga profesional dejaría de recibir 700 millones de la publicidad por este concepto. Cabe argumentar que esto no es ya malo, sino bueno. El fútbol moderno tiene poco de educativo, y es una opinión de un futbolero irredento. Ojalá leyes de este corte pongan un poco de sentido común en este maravilloso deporte.

Estrellas mediáticas también se ganan un pastizal dando anzuelo y carnaza a este tipo de publicidad. Pobre José Coronado, que va a lo que va, dando su bella cara y voz a los spots en hora punta… ¿de qué va a vivir ahora?

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