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Análisis

Miguel Ángel Loma

Abogado

Las sombras del caso Criado

El psiquiatra Javier Criado, en el banquillo de los acusados.

El psiquiatra Javier Criado, en el banquillo de los acusados. / josé ángel garcía

Finalizado el juicio del afamado psiquiatra Javier Criado por un delito contra la integridad moral en el trato "inapropiado, soez y humillante" a una de sus pacientes, y condenado por un Juzgado de lo Penal de Sevilla a un año de cárcel y a indemnizar a la denunciante con 5.000 euros por los daños morales causados, este feo asunto debería quedar cerrado... Si no fuera porque saltó a la luz pública porque cerca de treinta de sus pacientes habían presentado también unas denuncias que fueron archivadas por haber prescrito los supuestos abusos sexuales y vejaciones que decían haber sufrido en la consulta de Criado.

Sin pretender hacer leña de un árbol que cayó mucho antes de esta sentencia, a nadie se le escapa que, al archivarse las denuncias por mera prescripción y sin que aquellos supuestos graves hechos pudieran ser objeto de verificación judicial, difícil resultará que no acompañe a Criado la sombra de la sospecha sobre su actuación profesional con aquellas pacientes. Sospecha que se alimentaría de la falta de una explicación razonable por la existencia del abrumador y coincidente testimonio de 30 mujeres -que ni siquiera se conocían entre sí-, sobre supuestos tratos humillantes y vejatorios recibidos; unas denuncias que la defensa de Criado justificaría en una posible concertación entre ellas, movidas por un ánimo común de venganza al no haberles facilitado el doctor en su momento algún certificado o documento que le requerían respecto a su estado de salud... Un intento de justificar el porqué de las denuncias tan inconsistente, que bastaría para refutarlo ser mínimamente consciente de la elevadísima humillación que supuso para esas mujeres señalarse públicamente como objeto de abusos y vejaciones sexuales.

Pero en cualquier caso y más allá del doctor Criado, lo que subyace en esta sucia historia es el cuestionamiento sobre el más que presumible culpable silencio en su momento de personas e instituciones sumamente influyentes de la sociedad sevillana, cuya inexplicable inhibición resulta tan inquietante como triste: desde miembros del Poder Judicial y del Colegio de Médicos, hasta silentes psiquiatras colegas del doctor, junto a algún que otro político y alto responsable de la jerarquía eclesiástica sevillana. Porque, dada la relevancia de algunas de esas denunciantes, resulta muy difícil llegar a creer que nadie se enterase de nada en los respectivos ámbitos familiares, profesionales, sociales, médicos y hasta religiosos de las denunciantes. En la conciencia de cada cual quedará lo que hicieron o dejaron de hacer ante el conocimiento e informaciones que pudieron entonces recibir; y que ignoraron, minimizaron o incluso frívolamente relativizaron y rechazaron.

Pero sobre todo, quienes quedan señalados especialmente por su escandalosa incomparecencia en este inquietante episodio, son todas esas y esos que han hecho del feminismo más rabioso su modus vivendi, tan sumamente sensibles ante el 'micromachismo' de un piropo callejero, pero que se han mostrado absolutamente ajenos y distantes en el desarrollo de un asunto como éste, donde se ventilaban unos presuntos gravísimos hechos contra un numeroso grupo de mujeres. Un pasotismo indiferente que sólo se explica porque la posición económica y social de gran parte de las afectadas no era del gusto ni encajaba dentro del cínico canon feminista políticamente correcto, de las mujeres objeto de abuso sexual. Hipócritas.

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