Una idea que ha estado presente en la Feria Internacional del Turismo (Fitur) es la regulación de actividades diversas del sector servicios, ya que el turismo es un macro sector que engloba el hospedaje y la restauración, transporte, impacto ambiental, las infraestructuras e inversiones públicas que necesita, con efectos sobre la demanda de consumo y las poblaciones donde se concentra el turismo. De aquí surge la tasa para gravar al turista por la carga que ocasiona, la regulación del hospedaje fuera del ámbito hotelero y el transporte, que se contratan on line; y tantas cuestiones que surgen cada día de ese cruce entre las tecnologías de la información y comunicación, y el desplazamiento masivo de millones y millones de personas que van de un lado para otro impulsadas por el deseo de viajar, y contando con la posibilidad de hacerlo.

La escritora Tiffany Jenkins, que escribe sobre museos, dice que los políticos celebran el número creciente de visitantes, en un discurso en la línea más burda de la economía, donde sólo hay oferta y demanda, precios y competitividad, marketing y números (personas) que se multiplican por otros números (gastos medios). Se puede añadir que no hay datos de distribución, a quién beneficia y a quién no, o menos, cómo se reparten los costes cuando son públicos, cómo afecta a la demanda de importaciones, y qué efecto real de arrastre tiene en la industria local. Frecuentemente se utiliza el término mueve, que no tiene un significado económico ni social preciso, o imprecisas referencias también a creación de empleo. Estos números aplicados a visitas -dice Jenkins- no son ningún indicador de éxito, cuando los visitantes se agolpan ante monumentos o eventos que no pueden ni tienen interés en disfrutar. Veo en internet que, tras larga cola, el intervalo más frecuente que la gente pasa en los Reales Alcázares es entre 15 minutos y hora y media; en la Alhambra entre 25 minutos y dos horas; y en la Mezquita, una multitud entra a las 8,30 y sale a las 9,15, que es horario gratuito. Desde luego, el turismo masivo necesita una reflexión.

Volviendo a la regulación, los profesores titulados de esquí se quejan con razón del intrusismo, propiciado por la contratación de clases "on line, pero no tienen capacidad de influencia ni nadie que los apoye. Al igual que los alojamientos y otros establecimientos mal regulados y peor inspeccionados, la nueva economía vive al margen de los impuestos y amparada en la tolerancia de la Administración Pública. Ripley es un programa que Uber -la empresa de taxis- podía activar desde San Francisco cuando había una inspección de la compañía en cualquier país del mundo, impidiendo que ningún empleado proporcionara información. Su existencia fue descubierta por Bloomberg, e inmediatamente lo desconectaron, pero al igual que el personaje homónimo de la novela de Patricia Highsmith, Ripley era astuto, eficaz, y sin escrúpulos, y además despierta interés y casi admiración. Hay razones para que colectivos de taxistas, hoteleros, o profesores de esquí, defiendan que al igual que su actividad está muy regulada, la llamada competencia tiene que cumplir escrupulosamente las mismas normas, y sin excusas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios