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En la actual edición de Supervivientes la supervivencia es lo de menos. Otros años a estas alturas ya había concursantes que despuntaban a la hora de pescar, hacer fuego o realizar con éxito las pruebas de líder y de recompensa. En esta ocasión todavía no hay ningún participante que destaque por alguna de esas habilidades. Si en lugar de llevarlos a Honduras los encierran en la casa de Gran Hermano, el resultado sería parecido. Es una pena, porque lo que hace diferente a este reality son las condiciones extremas en las que tienen que sobrevivir los protagonistas. Pero esta vez sin las discusiones no habría ningún tipo de atractivo. Desde que se anunció el grupo de famosos que acudirían a la isla, todo hacía pensar que así sería. No ha sorprendido que apenas tengan interés por la supervivencia ni que intenten destacar por alzar la voz. El casting está dividido en dos grupos. Por un lado los participantes sacados de épocas anteriores. Raquel Mosquera, María Jesús Ruíz, María Lapiedra o Francisco son algunos de los que han visto en este concurso la oportunidad de resurgir, aunque previsiblemente este objetivo se quedará en un intento frustrado. Por otro lado están las jóvenes promesas de lo casposo. Alberto Isla, Sergio Carvajal, Sofía Suescun, Romina, Melissa Vargas o Logan en lugar de aprovechar la energía propia de su juventud, se han convertido en las palmeras oficiales de la isla (lo que serían los muebles de Gran Hermano). Cada vez queda más de manifiesto el interés de la productora por unos u otros concursantes. Tan solo hay que ver el abandono de Adrián Rodríguez y los amagos de Saray Montoya por dejar el concurso. Da la sensación de que la organización hizo todo lo posible por mantener a la sevillana en el concurso cada vez que decía que lo dejaba. Teniendo en cuenta que es una de las que daba más juego, es lógico que la productora y la cadena luchen por mantenerla. Pero llega un momento en el que resulta demasiado descarada la diferenciación entre participantes. Al final la jugada les salió mal y tuvieron que expulsarla disciplinariamente. Además, si un superviviente se rinde, lo lógico es que abandone. Hace años no tenían tanto contacto con el exterior, tantas llamadas y visitas de familiares. El aislamiento es uno de los aspectos que hace más duro Supervivientes. Igual que las malas condiciones del lugar en el que tienen que sobrevivir. Algo que se ha perdido desde hace unos años, cuando decidieron instalar un lado bueno y uno malo.

Todo esto provoca que lo que ocurre en plató genere mucho más interés que lo que sucede en Honduras. Que haya más expectación por lo que Chabelita y su ex marido digan en plató que por lo que hagan los que deberían ser los protagonistas del reality indica que algo no va bien en esta edición. Lo que es incuestionable es que hay alguien que sobrevive a cada edición. Ese es Jorge Javier Vázquez. Hay que reconocer que, al contrario que en Gran Hermano, el presentador conduce como nadie este programa y sabe sacar lo mejor de cada participante.

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