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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Análisis

Jesús Alba

Lo veo, lo quiero, lo compro

La revolución industrial llegó al fútbol para generar inquietudes irreales e innecesarias

La sociedad de consumo fue el elemento necesario e indispensable para hacer posible la sostenibilidad de la revolución industrial. Pasar a la producción en serie y dejar a un lado la artesanía y el trabajo única y exclusivamente por encargo supuso una revolución en la historia de la humanidad. El posterior paso fue educar convenientemente a la llamada sociedad de consumo, en román paladino comerle el coco al personal hasta el punto de generarle una necesidad que en realidad no tiene, pero sin la que es imposible que se sostenga la revolución industrial con sus excedentes de fabricación.

Con el fútbol ha pasado igual. La saturación de mensajes genera en el aficionado una presión que en realidad no tiene y que le lleva luego a una decepción que no necesitaba, pero que ha de cargar con ella cuando el lunes vuelve al trabajo, al instituto o a su grupo de Whatsapp.

No digo que los profesionales sean los que la fomenten, pero sí les recrimino que a la primera tanda de elogios quieran abrir el pecho hablando de un trabajo inmenso por detrás cuando les habían asaltado las mismas dudas que a los demás. Esa ostentosa reafirmación del ego lo que esconde siempre es una galopante inseguridad profesional.

El Sevilla no tiene ni plantilla, ni estructura ni capacidad para luchar por la Liga y menos para ganarla. Lo sabe Pablo Machín, lo sabe Pepe Castro y lo sabe Joaquín Caparrós. Lo grave es que generen en sus parroquianos-consumidores una inquietud totalmente innecesaria que cristaliza en sofocones por doquier cuando su equipo no ha sido capaz de ganar en el Camp Nou, como si ello fuera algo sencillo, o en recetas mágicas a toro pasado con el culo en el sofá y un dedo en el cristal líquido de la pantalla del móvil.

La revolución industrial del lo veo, lo quiero y si no lo tengo me cabreo ha llegado al fútbol. Que Dios nos coja confesados.

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