Aquel concierto ya vaticinaba el principio del fin. Salió al escenario tambaleándose, permaneció en cuclillas sin decir nada, con el micrófono entre las manos, en absoluto silencio. Al poco tiempo comenzó a gritarle un público bastante mosqueado: ¡Canta!, le decían mientras alzaban las manos acusando a la artista. Poco después de aquel encuentro de la inglesa con su público, su cuerpo fue encontrado sin vida en su casa de Camden. No sorprendió, era de esperar.

Recuerdo aquel verano, vacío de noticias. Me habían metido en la sección de Pasarela y Televisión porque nadie dijo nada. "A mí no me importa escribir de moda", les dije a unos señores. Todos los demás, se habían decantado por deportes, economía, local, en una especie de lotería que premiaba a quién llegara el primero. Sí, ese fue el verano en el que se murió la autora de Back to black, hace justo hoy siete años. Se puede decir que nos tocó la lotería, en medio de aquellos racaneos informativos, nos tocó escribir sobre Amy Winehouse. En aquel entonces yo hacía las parrillas bajo la atenta mirada de Rocío Jurado, visiblemente emocionada, con las manos entrelazadas sobre el pecho. Era una fotografía enorme en blanco y negro. Justo detrás, Paquirri e Isabel Pantoja bautizaban a Paquirrín. Entre semejante escolta andaba, cuando uno de los becarios se me acercó para decirme: "En internacional las fotos son mejores, está Putin". Me lo dijo con esa especie de sorna que a menudo se atreve a utilizar la gente que es muy lista y que escribe sobre temas que solo lee otra gente tan lista como ella. Murió Amy, y lo que debió ser portada se relegó a un pequeño cuadrado en las portadas de todo el mundo porque por aquel entonces hablaban sobre la masacre de Oslo, en la que un asesino vestido de policía acabó con la vida de 85 jóvenes en la isla de Utoya. Sí, aquel verano en que murió Amy se puede decir que yo decidí en qué bando estar.

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