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Análisis

Pilar Cernuda

La vida que viene

El Gobierno vende “la nueva normalidad”, pero la vida que viene no tiene nada de normal si tomamos como referencia la que hemos tenido hasta ahora y el paro puede llegar al 25%

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una comparecencia en Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una comparecencia en Moncloa. / Mariscal (EFE)

El Gobierno vende “la nueva normalidad”, pero la vida que viene no tiene nada de normal si tomamos como referencia la que hemos tenido hasta ahora. Pedro Sánchez ha querido negociarla, pactarla, con dos partidos de la oposición que no tienen nada que ver con el radicalismo de izquierdas ni el independentismo, PP y Ciudadanos, aunque no ha hecho ningún gesto de acercamiento hacia Vox ni probablemente Vox quiera sentarse con nadie del gobierno.

La actitud de Sánchez no tiene nada que ver con un nuevo espíritu de concordia, sino con la convicción de que la vida en el futuro se presenta complicada, muy complicada, y cree indispensable llegar a acuerdos con esos dos partidos y aceptar algunas de sus sugerencias. Carmen Calvo será la interlocutora de Edmundo Bal en un encuentro entre miembros del gobierno y de Ciudadanos que se celebrará en Moncloa, ya que Bal es la cara visible de Ciudadanos durante la baja por maternidad de Arrimadas, y Ana Pastor está ya en contacto con el ministro de Sanidad Salvador Illa.

El cambio social obliga a cambiar hábitos desde los primeros años de edad. Se han acabado las guarderías con niños bulliciosos, los juegos y los trabajos en grupo. Un niño o niña por pupitre, con metro y medio de distancia y como mucho veinte por clase. Será difícil comunicarse con niños de otros grupos, porque prevalecerá lo que la ministra Celáa llama “burbujas”, de las que forman parte los que comparten clase. Lugar donde también se comerá. Eso significa que los colegios dejarán de ser lugar de encuentro, lugar de hacer amigos, lugar en el que se conozcan los padres y se programen actividades extraescolares para fomentar las relaciones. Los niños, al menos en los años más inmediatos, tendrán que renunciar a fiestas de cumpleaños o citas para pasar la tarde con los más amigos.

Clases telemáticas

Tampoco los estudiantes mayores del colegio o de la Universidad lo tendrán fácil, y en su caso las clases no serán siempre presenciales. Las clases telemáticas serán habituales, complementarán las presenciales, lo que significa que las familias españoles deberán hacer un esfuerzo económico importante para dotar a sus hijos, a cada uno de sus hijos, del material tecnológico necesario, lo que abrirá una brecha económica importante porque a pesar de que hay gobierno autonómicos que ya han anunciado ayudas para adquirir ese material, no hay fondos suficientes para que esa ayuda llegue a todos los miembros de una familia y para facilitarles todos los dispositivos necesarios. Ocurrirá igual con el trabajo, un porcentaje importante de quienes acudían a sus centros laborales dejarán de hacerlo a diario para realizar sus tareas en casa.Teatros y cines solo con el 50 por ciento de aforo y mascarilla, restaurantes con mitad de aforo y sin mascarilla, eventos deportivos sin público, y culturales manteniendo la distancia de seguridad. Las mamparas serán un elemento habitual en cada actividad, en cada paso que se dé: las cajas en supermercados y tiendas, más notarías, médicos y reuniones con cualquier profesional en el que sea necesario el trato directo. Prohibido un grupo de amigos en un coche sin mascarilla, a veces incluso a pesar de la mascarilla –dependerá de la buena voluntad de quien lo controle-, y transporte público mirando de reojo al que se siente al lado o se acerque excesivamente. Sin aceptar a nadie que no lleve la consabida mascarilla.

El maná europeo

Wuhan, la provincia en la que se inició la pandemia, que estuvo totalmente cerrada durante más de dos meses y que ya ha alcanzado la normalidad, es un espejo en el que mirarse. La normalidad se ha impuesto con muchos condicionamientos, pero la mayoría de la gente se ha adaptado a ellos. O los ha aceptado de buen grado tras haber sufrido las consecuencias de un confinamiento muy duro en el que las noticias de fallecidos e infectados les obligaban a asumir la gravedad de la situación. Las mascarillas son habituales, aunque ya lo eran en China desde hace años, y las mamparas de seguridad forman ya también parte de sus vidas.

Los teléfonos móviles van a ser un elemento fundamental en la vida futura. Para recibir las comunicaciones que no se pueden hacer en persona, recibir las indicaciones de los responsables de los estudios o de los jefes y compañeros de trabajo y, también, porque han aparecido infinidad de aplicaciones que permiten realizar un buen número de actividades a través del teléfono: reuniones, seguir espectáculos y eventos, leer y, una muy interesante que se han bajado ya muchos españoles, una aplicación que permite detectar los cambios de temperatura corporal y, por tanto, conocer al instante una subida que podría aconsejar acudir a un centro médico por si aparecieran síntomas del Covid 19.

El plano económico y laboral será menos llevadero que las medidas de control que ya se empiezan a imponer, pues se calcula que en España se puede llegar al 25 por ciento del desempleo. De la misma manera que el SEPE no ha podido cumplir en su totalidad el pago de los ERTES – hay centenares de miles de familias de clase media que no tienen un solo ingreso desde hace meses-, es previsible que el Ingreso Mínimo Vital que se aprobó sin votos negativos en el Congreso esta misma semana no pueda realizarse al completo. De momento ya hay discrepancias entre Pablo Iglesias y el ministro Escrivá sobre quiénes son los ciudadanos que deben recibir ese IMV.

Los ojos están puestos en Bruselas, de donde recibiremos varios docenas de miles de millones de euros, pero nunca es nada gratis en Bruselas. Ni siquiera los 70 mil millones a fondo perdido, que deben ser justificados y destinados a las partidas pactadas con los dirigentes de la UE. Será difícil que vayan a cubrir en su totalidad el IMV, que no tienen todos los países europeos y a cuyos gobernantes será difícil vender a su ciudadanía que contribuye a pagar a los españoles lo que no recibe la gente de su propio país.

¿Hasta cuándo?

Las ayudas europeas, indispensables, serán una especie de rescate no reconocido, pero que obliga a actuar en función de unas normas que exigirá Bruselas. Además de controlar el destino de esos millones, lo que se cuenta en Bruselas es que obligarán a congelación de pensiones, probablemente a reducción de funcionarios - sobre todo cuando existe duplicidad de funciones entre los nacionales, autonómicos, provinciales y municipales-, incremento del Iva, control de las inversiones públicas y reducción de ayudas sociales.

La vida va a cambiar y lo hará de forma inminente y muy significativa. Desaparecerán muchas de las costumbres españolas que tan atractivas son para los turistas y que a los españoles costará renunciar porque forman parte de nuestra cotidianeidad. La apuesta por la seguridad será prioritaria, única forma de preservar la vida pero, también, de superar esta crisis que ha conmocionado al mundo entero y obliga a cambios drásticos.

¿Y cuándo se superará la crisis? Se supone que mientras no haya una vacuna no será posible recuperar hábitos que, hoy, forman parte del pasado. Los expertos afirman que incluso si se encuentra una vacuna a corto plazo hay que contar con un par de años para cumplir con los protocolos necesarios que permitan su implantación. Esos mismos expertos prefieren ser optimistas respecto al futuro: hace años, la aparición del sida fue devastadora a y también cambió la sociedad. Hoy el sida es sin embargo un mal recuerdo en el mundo occidental, aunque todavía no ha desaparecido del todo de algunos territorios africanos.

Con esa referencia, se puede afrontar con más ánimo lo que nos espera. Porque lo que nos espera no será fácil de asumir.

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