Hay personas que parecen estar siempre esperando una desgracia, y dan la impresión de casi desearla, aunque sólo sea para demostrar que tenían razón. Desde hace año y medio se está descontando un desastre económico, aunque las políticas de estímulo seguidas han conseguido -pese al boicot a los presupuestos- sortear la complicadísima situación internacional. El año se cierra con un crecimiento por encima del 2%, precios al consumo por debajo de un 1%, superávit comercial de casi un 1% del producto, un déficit presupuestario de sólo el 2,3%, y el interés de la deuda a 5 años en negativo. También la bolsa ha subido un 12%, y las monsergas y pronósticos sobre los elusivos "inversores" se han mostrado falsas frente a, por ejemplo, la subida del 14% en el inmobiliario. El paro y el empleo siguen esperando unas políticas que de verdad mejoren algo esta lacra secular de nuestra sociedad.

Sobre el otro gran tema del conflicto de Cataluña, no es mala una mesa especial de diálogo entre fuerzas políticas; es más, deberían incorporarse otros partidos, reducir prejuicios mediante el contacto personal, y explicar exhaustivamente las razones por las que es inviable la ruptura territorial, y la imposibilidad material de una consulta que no depende de la voluntad de un gobierno, sino de un cambio constitucional por una mayoría parlamentaria que no existe. Pero lo más importante del diálogo es plantear también los derechos de las personas que no siguen el discurso de la independencia, y se sienten discriminadas en una comunidad donde una parte tiene el control de las instituciones, e impone sus preferencias. Los premios Nobel de Economía Abhijit Banerjee y Esther Duflo explican muy bien la fuerza coactiva de comunidades -en la India, con las castas; en Estados Unidos, con la raza- que cohesionan a unos, y relegan a los que se consideran diferentes. Frente a esta presión social, la ley, el Estado, la Constitución, son herramientas necesarias pero no suficientes, pues en la práctica las comunidades dominantes discriminan y siguen comportamientos que refuerzan sus posiciones, justificadas por lo que les une, ya sea casta, religión, color, o nacionalismo. Esta es quizás la principal razón de la conveniencia de una mesa de diálogo, que no tiene por qué ser unilateralmente reivindicativa para los independentistas; e intentar que con la difusión de argumentos, estudios y datos que en la misma se presenten y debatan, se pueda hablar de conflictos internos.

Estos días hay demasiado dramatismo y se predicen desgracias, y son pocas las iniciativas inteligentes para sacar las cosas adelante. Desde tiempos remotos las prácticas adivinatorias se han relacionado con los pájaros, siendo el cuervo el más querido por los agoreros, lleno de misterios e interpretaciones en su vuelo, su pose, y sus graznidos. Edgar Allan Poe lo inmortalizó: "Profeta -decía en uno de los versos-, cosa del diablo, y aun así profeta, ya sea pájaro o demonio"; pero fue nuestro genial Quevedo quien, previniéndonos contra los agüeros, dejó escrito en su Libro de todas las cosas el siguiente consejo: "Si al salir de casa vieres volar cuervos, déjalos correr y tú mira donde ponen los pies".

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