Nadie ha desmentido una noticia que provoca estupefacción: Pedro Sánchez llamó a Manuela Carmena hace unas semanas para intentar convencerla de que fuera nuevamente la candidata de Podemos a la alcaldía de Madrid, lo que daba a entender que mantendría su apoyo a Carmena sin que todavía se conozca quién va a encabezar la lista socialista al ayuntamiento madrileño.

Esa insólita llamada no desmentida significa también que Sánchez, que es nada menos que presidente del Gobierno, no confía excesivamente en encontrar un buen candidato o candidata para su partido y prefiere ser apoyador de un partido rival que devanarse los sesos pensando un buen nombre para el cartel electoral.

En Podemos mientras tanto dan por hecho que Carmena se hace rogar pero acabará presentándose, y Errejón por su parte va a dedicarse full time a la candidatura regional, lo que significa que a Podemos le importa más Madrid que a Pedro Sánchez.

Tampoco parece que le importe excesivamente la capital a Pablo Casado. No vería con malos ojos que los candidatos del PP fueran el hoy portavoz de su partido en el ayuntamiento, y el presidente del Gobierno regional tras la caída de Cristina Cifuentes: Martínez Almeida y Ángel Garrido. Casado está bien visto por la militancia y los votantes del PP madrileño, pero en las municipales y autonómicas se vota más al candidato que a las siglas, y estamos llenos de ejemplos que así lo demuestran.

Que el presidente del principal partido de la oposición no apueste por presentar a los mejores sino a los que le causan menos problemas internos es inaudito. Que el presidente del Gobierno y máximo dirigente del segundo partido del país, esté empeñado en que Podemos presente a la mejor candidata que tiene en lugar de pensar en quién es el mejor o la mejor que puede presentar el PSOE, es inaudito también, y tampoco se ha vivido nunca una situación semejante.

Pero así está el país. Políticamente hablando, un país de locos.