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Acto de celebración del 28F en el Parlamento de Andalucía

Acto de celebración del 28F en el Parlamento de Andalucía

Los tiempos en política son cada vez más acelerados, y lo obvio se puede voltear en horas, en minutos. El signo de los acontecimientos cambia demasiado rápido: de la clave castellanoleonesa, en días se pasó a la clave Ayuso-Casado y una semana después a estar bajo el signo de la guerra en Ucrania. En víspera del 28F, todo se le complicaba al presidente andaluz: el PP se abría en canal con visos de un choque fratricida, Casado fiaba su última opción a una Junta Nacional fijada el 28F, y el calendario se convertía en territorio hostil para los planes de Juanma Moreno. Fue cuestión de días, casi de horas. La rebelión de los barones se resolvió con limpieza, y Casado contribuyó a evitar un derramamiento de... reputación. Así se perfiló un liderazgo claro en Feijóo, la alianza andaluza con el presidente gallego, y se fijó el congreso en Sevilla, convirtiendo de repente el 28F en un día plácido a sabiendas de que todo estaba atado. Y así se respiraba en la cita de San Telmo con el presidente andaluz, tras el acto de las medallas, a la sombra no siempre sombría de la arboleda de los Montpensier. La eterna bola del match-ball había caído del otro lado.

28F mal que pese al PSOE

Si a algo se parece un 28F del Partido Popular es a un 28F del Partido Socialista. Y hay que celebrar que sea así. Las liturgias institucionales no deberían estar sujetas a las banderías coyunturales. Un 28F es lo que es; y por razones obvias, es algo que se ha ido conformando durante esas décadas en las que gobernó únicamente el PSOE. Desde el acto del Parlamento a la ceremonia de medallas, desde el cóctel de San Telmo a la entrevista al presidente en el informativo de la televisión pública, nada nuevo bajo el sol de nuestra tierra que se canta en el himno. Incluso la irrupción de una protesta sindical se puede entender como parte del folclore del día.

Lo que no se entiende es que precisamente el PSOE, después de 37 años en el machito, use el 28F para acusar al Gobierno de usar el 28F, les reproche la vaciedad del acto (sí, ese acto definido durante años por el propio PSOE), de reescribir la historia andaluza (sin explicar en qué, por supuesto, salvo que se refieran a que no gobiernan quienes tendrían que gobernar, o sea, ellos), de un andalucismo impostado de corbata y pulsera (por cierto, la misma pamema que la izquierda reprochó al PSOE durante años, por lo visto hasta convencerlos), y de estar entregados a Vox (mientras la extrema derecha hacía un acto cerca, y reprochaba al PP que sea como el PSOE). En fin, tal vez al PSOE le escociera el acto poderoso del teatro o que la audiencia de Canal Sur marcara el mejor dato en años para el Día de Andalucía, o simplemente sigan sin aceptar que no están en el poder, pero se diría que ahí urge parar y templar. No es que corran el riesgo de hacer el ridículo –algo que el viejo Tarradellas consideraba el mayor pecado en política– sino algo mucho más peligroso: desconectarse de la realidad. Contra lo anunciado por Juan Espadas, siguen denunciando problemas que no existen, y ello a pesar de que sí existen problemas por denunciar.

Andalucismo soy yo

Es posible que exista una nuevo andalucismo generacional, como sostiene el joven politólogo Jesús Jurado en el ensayo La generación del mollete que glosaba días atrás Carlos Rocha. La pátina andaluza es parte del paisaje cultural; por demás, la noticia sociológica en la encuesta publicada por Vozpópuli el 28F es que uno de cada cuatro jóvenes votaría a Vox; confirmando la seducción de los más jóvenes como sucedió con Podemos en 2014. Tal vez después en las urnas haya ajustes. Teresa Rodríguez en todo caso confía en la carta del andalucismo: “...no vamos a perder ni un minuto más porque nos duelen demasiado los hijos y las hijas que tenemos; no vamos a esperar más para fundar, para poner sobre la mesa, una fuerza andalucista”. No hay razones para creer que ahora el andalucismo sí vaya a tener tirón electoral; pero, en todo caso, se confirma así la desunión electoral de la izquierda, después de haber reclamado semanas atrás una última oportunidad si la reintegraban en el grupo de Unidas Podemos. La división de la izquierda es definitiva.

El no de Yolanda Díaz

De hecho, Yolanda Díaz ha aprovechado su primera visita a Andalucía para borrarse definitivamente de las elecciones andaluzas. Bajo los focos –vaya dato insólito que una ministra de Trabajo no haya visitado la comunidad con más problema de empleo en dos años, y no por estar confinada precisamente– Yolanda Díaz proclamó que no hay tiempo. Por supuesto, sí ha habido y sí hay tiempo, pero seguramente tiene la convicción de que sería tiempo empleado en un fracaso. Díaz sabe que esto es Territorio Comanche, con muchas posibilidades de perder su cabellera. No va a ir a unas andaluzas a desgastar su Frente Amplio, cada vez más amplio hacia el centro y menos amplio por el extremo de comunistas y adláteres. Oyéndola en Andalucía, no pocos vislumbraban una potente candidata futura... del PSOE.

Nota bene: Ya sería irónico que pudiera suceder a Feijoo en la Xunta.

El tronío de Olona

A diferencia de Díaz, quien sí parece tener clara su oportunidad es Macarena Olona, lanzada desde que se invistió de Macarena de Granada. Esta semana su fotografía comprando traje de flamenca en el centro de Sevilla provocó una polémica absurda, pero una vez más rentable. Teresa Rodríguez sabe que polemizar con Olona le da más visibilidad que su proyecto andalucista, y Olona sabe que irritar a Teresa Rodríguez siempre le suma. No deja de resultar un tanto chusco que algo tan normal como comprarse un traje de gitana si vas a estar en Andalucía en primavera, y fotografiarte para las redes si va a ser candidata, acabe en acusaciones no ya de cunera –algo que ha sido la propia Teresa Rodríguez– sino incluso de usurpación de la identidad andaluza.

Eso sí, Olona, en su acto del 28F, usó artillería pesada para satisfacer el paladar de su público: que hay un engaño desde hace 40 años a los andaluces, que sólo Vox es cambio porque PP-Cs es como PSOE (“iban a poner fin a esos 40 años de corrupción roja, y lo que hemos encontrado es que perro no muerde a perro”), que la Agenda 2030 está cargándose el campo andaluz para sustituirlo por Marruecos... Y si bien el Gobierno andaluz optó por ignorar ese 28F alternativo al-right, el PSOE sigue confiando en que poner focos y altavoz a Vox le dará réditos. Podría ser un movilizador, sí, pero también tener el efecto del 2D de 2018.

...Y el error de Vox

A Vox le suma casi todo, pero no todo. Ante la guerra de Ucrania han tenido que rectificar. Manuel Gavira cometió el error de reproducir el argumentario general de Vox para rechazar la llegada de inmigrantes –cuanto más cerca de sus países, por afinidad cultural, mejor...– pero a la misma hora Abascal admitía que Ucrania es caso aparte, sin duda consciente de que este rechazo sería impopular incluso entre los suyos. A Gavira no le llegó el nuevo argumentario a tiempo –una fatalidad en estos tiempos líquidos– y quedó expuesto. Entretanto, Podemos y Vox polemizan por ver cuál de ellos ha sido y/o es más putiniano, putinista o putinófilo. Una vez cogidos con el pie cambiado de la Historia ante la atrocidad totalitaria de Putin, la última carta es poder acusar a otro de pero-tú-más.

El juanmismo, ahora sí

Entretanto, las estrategias electorales se resetean para otoño. De momento, la primera meta volante será el congreso del PP en Sevilla, en cuatro semanas. La gestión de las expectativas aún dará sorpresas, pero la cita, además de relanzar la marca PP con el liderazgo de Feijoo, debería deparar un fortalecimiento de la dirección andaluza a la que penalizaba su condición de sorayistas. De hecho, en la cúpula de Génova sólo había nomorenistas: Esperanza Oña y José Ortiz, casadistas netos; Juan Bravo, casadista sobrevenido; así como Zoido y el portavoz José Antonio Nieto, cospedalos. Las relaciones con Egea, en fin, han sido complicadas y a veces beligerantes . En su defenestración implacable sin duda pesaron los modos atrabiliarios con que trataba de controlar el partido frente a los barones mediante capos provinciales, también en Andalucía, y a menudo atravesando las líneas rojas en sus exhibiciones de ordeno y mando. Todo esto va a cambiar, y ahora sí que podría existir un juanmismo en el partido al sur de Despeñaperros, con la única duda de la taifa sevillana, aunque es sólo cuestión de tiempo.

En el PP andaluz, con el mayor número de compromisarios, superando los 500, sobre todo del gran semillero del arco mediterráneo –Málaga, Granada y Almería– pero con creciente peso en Sevilla, saben que están llamados a un protagonismo relevante. Las elecciones andaluzas serán el primer examen en las urnas para Feijóo, después de cuatro mayorías en Galicia. En el Gobierno andaluz, superada la crisis volcánica, se percibe esperanza, e incluso ilusión. También en la parte de Ciudadanos, una vez constatado que Hervías tiene señalada la puerta de salida: el fichaje estrella de Egea para fomentar el transfuguismo está vinculado a la secretaría de Organización, ahora última casadista, Ana Beltrán. Pero todo eso será después del 2-3 de abril. A partir de ahí, si se cumplen las expectativa, habrá una oportunidad para el juanmismo.Claro que quién sabe qué otro giro podrá haber todavía en el curso de los acontecimientos. O si estallará de nuevo el volcán ahora apagado. O si, vaya usted a saber, se presenta un candidato o candidata trans contra Feijóo... bueno, mira, no, mejor no dar rienda suelta a la imaginación..

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