Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Abellán

EN el Reino Unido, donde los directores generales de las cadenas públicas pueden dimitir por asumir errores y no por tener el ego arañado, como pasa en España, los programas de talentos musicales descubren a personajes como Paul Potts, el magnífico tenor que se escondía tras su triste figura de vendedor y ciclista atropellado. También de entre las solteronas de la iglesia hallaron a Susan Boyle, otro fenómeno internacional surgido de la sorpresa de un casting. Dos voces de Factor X, un programa que en España pasó de largo por Cuatro y que halló su versión más semaforera en el Tú sí que vales de Telecinco, Risto, Rockefeller y El Sevilla. Para tener éxito aquí hay que hacer las cosas con un ramalazo tombolero, como de patio de vecinos, porque ir de frente, a lo básico, no concentra tanta audiencia. Por mucho que se ha buscado al Potts español en todos estos años no se ha fabricado aún el anónimo triunfador rotundo, con la ilusión que haría en esta crisis.

En esas estaban los de Telecinco cuando descubrieron el formato de La Voz, aupado de inmediato. La sorpresa vino más de los propios espectadores que de los concursantes en sí, con una cuadrilla de calidad enrolada desde todos los otros talent que ha habido por la pantalla, incluido el carbonizado Se llama copla. La Voz, a la que no le hacen falta las escandaleras, ya tiene una de esas polémicas que nacen en Sálvame y terminan allá donde se cruzan los caminos. El de las carteras con el de los testimonios.

Lo bueno es que David Bisbal no quiere problemas ni con Sharay Abellán ni con su padre, el radiofónico José Antonio Abellán, uno de los caracteres egocéntricos más acusados que ha criado el invento de Marconi. La Voz ya tiene bronca, pero no le hace falta, aunque intuyendo la soberbia que se gastan la eliminada Sharay y su familia el asunto traerá más cola. Era previsible. Tarde o temprano.

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