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CON la venia, señoría, tengo que refutar todos esos argumentos en contra de mi cliente. Sí, es una serie de abogados. Pero su pertenencia a ese subgénero no debe ser argumento para la discriminación. Sí, se trata de una serie de una cadena generalista, bajo la dictadura semanal de las audiencias, y no de un atrevido cable de pago, cuyos ejecutivos siempre están dispuestos a dar más libertad creativa a los guionistas. Pero en este caso la CBS se ha disfrazado de HBO, aunque sin enseñarnos carnes, señoría, porque todo tiene un límite. Hay muchos prejuicios contra mi cliente, señoría. Prejuicios basados en el desconocimiento. Porque, señoría, demostraremos que The good wife (La buena esposa), no sólo no es una serie de picapleitos más, sino que es una obra redonda que merece mucho la pena. Aunque el jurado esté hasta las narices de ver togas intentaremos convencerlo.

Esta serie de la CBS es diferente, juega con la amplia escala de grises que caracteriza a las buenas tramas, cuenta con un casting de lujo y los juicios, si el fiscal me permite decirlo, no son lo principal. Hace un par de semanas terminó la primera temporada de una de las series revelación del año, protagonizada por la excelente Julianna Margulies, pero rodeada de un elenco inmejorable de buenos actores y mejores personajes. Desde la ambigua y exótica Kalinda (Archie Panjabi), hasta Peter Florrick (Chris Noth). Del inquietante Eli Gold al tenebroso pero divertido Colin Sweeney. Hasta los jueces para apenas diez minutos de pantalla son interpretados por secundarios de primer orden.

Seguramente La buena esposa sea lo mejor que hayan hecho en los últimos diez años los cada vez más comerciales y perdidos hermanos Scott, aunque sólo sea en su faceta de productores. Vale, no tienen mucho más mérito que reconocer el talento de Michelle y Robert King y poner la pasta, pero alguna redención se han ganado.

Sin entrar en espoilers, podemos decir que el final de la temporada cierra un círculo pero deja abiertos muchos interrogantes. Comenzamos con una Alicia hundida y humillada, con su marido en la cárcel por usar su cargo de fiscal de Illinois para favorecer ciertos intereses. Así que desempolva su título de abogada, se quita el delantal y se va a un apartamento con sus dos hijos adolescentes. Y a los cuarentaytantos entra casi de becaria en un bufete. La señora Florrick tiene mucho talento, es una madre cornuda que lucha contra viento y marea para sacar a su familia del pozo, a la que sólo vemos unas lagrimitas cuando su trabajo está en riesgo.

No queremos dar pena a este jurado. Aunque lo parezca, mi clienta no es ninguna santa. Y ni falta que le hace, señoría. Así que pedimos su absolución y que este tribunal elimine todos los prejuicios injustos que sufre esta buena esposa.

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