TIENE su peaje con incomodidades que vienen del desmesurado gentío que quiere ver a deshoras y de válvula lo que durante todo el año parece estar sólo para guiris. Hay que pagar ese peaje, pero esa movida de la Noche en Blanco es un gran invento. Parecía como si por las calles de la Sevilla de toda la vida fuese a pasar la Cabalgata, como si en cualquier esquina se esperase la aparición de la Macarena, como si estuviéramos en una de esas citas marcadas en rojo en el calendario lúdico de ésta nuestra ciudad. Colas, colas y colas, con el Museo abarrotado, que nunca la Inmaculada de Murillo se vio con tanta compaña, cola hasta la estatua de San Fernando para entrar en el Ayuntamiento o bulla para extasiarse ante el retablo único que Duque Cornejo parió para San Luis. Gran invento el de abrir Sevilla de par en par aunque sea por sólo una noche.